sábado, 20 de agosto de 2011

¿Lisboa?

Este señor no existe. Lisboa es una ciudad inexistente. Yo mismo, creo que no existo. La existencia es un acto subjetivo. La objetividad es materia sin forma. La forma, el acto de creación, de darle forma a la materia, privilegio exclusivo de Dios a través del espíritu, es nuestra subjetividad. La creación solo ocurre en la distancia. El creador no se implica en su creación sino que interpone entre él y ella su espíritu. La distancia. Así se crea Lisboa, así se crea Pessoa, así me creo yo mismo. Ahora estoy aquí, lejos, bien lejos. Recordando el pan, recordando, la cerveza Sagres, recordando la terraza donde todos toman café menos nosotros que tomamos cerveza Sagres - no Super Bock, que es más amarga y no tiene nombre bonito -  y vino Oporto - no Sandeman, que es caro y además no lo tienen, otro, barato-. Y el pastel de Belem o pastel de nata. Y las mil y una recetas del bacalao. Y el cocido portugués que te obligan a comértelo todo o no te dejan salir del restaurante, un camarero flaco que dice que él se come aquella palangana el solo. Y el café, solo o pingado. El café
Lisboa era mucha gente haciendo cola como en la cuba de Pedro Juan. Allí donde haya una cola seguro que hay una atracción turística, ya veremos cual. Subir al Elevador de Santa Justa. Entrar en el Castillo de San Jorge. Alfama, El chiado, ese viejito que contaba historias y era hasta ventrílocuo, y las tiendas de libros, todos repetidos, pessoa, pessoas, pessoas por todas partes. El veintiocho. Volvamos al Colombo, el gran centro comercial, refugio de todas la naciones. Busquemos el coche en la Teilherías, volvamos a casa. A crear. A recordar.

6 comentarios:

  1. Pobre Lisboa, ahora solo vivirá en tu imaginación.
    Hola.

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  2. Esa estatua frente al Café donde Pessoa pasaba tardes y tardes en "flagrante delitro", es decir, bebiendo y también escribiendo, la imaginé de mil maneras antes de llegar a pisarla; imagino que bajo el influjo de sus múltiples heterónimos y, me decepcioné inicialmente.
    Lisboa tiene un encanto particular para todos aquellos que recorrrimos sus calles por primera vez bajo la mirada de Fernando.
    Personalmente me impresionó el Tajo desde la plaza del Comercio: miraba y mis pensamientos se confundía en esa existencia metafísica de preguntarte es mar o río, es Pessoa, es Ricardo Reis es Álvaro de Campos... es saudade?
    Entré en Lisboa desde el norte en coche -tras hospedarme en Oporto con sus entrañables calles y amables visitantes-, y encontré el caos, las obras, la ausencia de aparcamientos, los hostales de prostitutas...
    Bañada de esas nuevas sensaciones, decidí empaparme de ciudad en un buen bacalao y en los vapores etílicos de su "delitro Oportuno" mientras repetía la frase mítica: "Quien no vio Lisboa no vio cosa bella"

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  3. Bueno. Creo que Lisboa hay que verla en invierno, con menos turistas, y siguiendo la guía de Pessoa o el callejero de sus actividades. Pero ahora la recordaré y la reconstruiré a mi imagen y semejanza.

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  4. LO importante es que a partir de ahora, Lisboa ya formará para siempre parte de ti.

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  5. Por cierto, casi se me olvida: "La forma, el acto de creación, de darle forma a la materia, privilegio exclusivo de Dios a través del espíritu, es nuestra subjetividad."
    Digno del más insigne de los filósofos. ¡Sí señor!

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  6. En invierno los lisboetas, sobrios y elegantes, van vestidos de negro. Y yo vi como las parejas se abrazaban así vestidas en los tranvías. Y vi llover en Lisboa y me mojé con esa lluvia y me levanté con un resfriado. Una chica preciosa de una farmacia cerca de Rosio me recomendó unas pastillas. Y eso fue hace ya mucho tiempo. Gracias por recordame aquello.

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