domingo, 7 de agosto de 2011

Instante Eterno

Acabo de pasar unos momentos deliciosos tumbado en un banco de piedra en una plazoleta medio abandonada de un barrio de montaña. El viento soplaba fresco, el cielo estaba nublado, la temperatura se mantenía a unos 19 grados, a lo lejos las montañas aparecían cubiertas por las nubes. Mi perro pacía por los alrededores. Se oía el silencio del viento en los árboles, los perros lejanos, algún gallo. Me he quedado medio dormido y he medio soñado que una chica a la que conozco se señalaba el pecho, un punto concreto y decía “me duele aquí” y yo miraba el punto y de pronto se me hacía la luz, “ah, claro, el corazón”, y me he despertado porque pasaba un coche. Me he dejado la máquina de eternizar instantes en casa, pero era uno de esos momentos que merecían eternizarse. Eternizar las sensaciones de uno, eso es lo que se pretende. Que uno pueda cerrar los ojos y se transporte a ese instante casi físicamente. ¡Qué gran invento sería! En fin. Ahí queda eso.

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