jueves, 21 de julio de 2011

Susto

"Hundí la daga en su vientre perfecto. Rasgué su suave piel con el puñal. Apoyé mis labios en la horrenda herida y bebí su sangre. Luego hundí mi brazo en su carne abierta y hurgué entre las entrañas calientes hasta hallar el palpitante corazón, y lo estruje entre mis dedos."
“¡Ay!, Padre Dios, que me he equivocado de libro. ¿Pero quien le ha cambiado la cubierta a mi breviario?. ¡Este no es mi breviario de oraciones matutinas! Esto tiene que ser cosa del demonio. ¡Hermano Anselmo!, ¡Hermano Anselmo!, algo le ha ocurrido a mi libro de oraciones.”

- No os preocupéis Hermano Tomás, que eso tiene que ser cosas de Marcelino.

2 comentarios:

  1. En sus últimos textos aprecio un exceso de violencia que trata de justificar con conexiones clásicas, al tiempo que hace burla de los religiosos. Evidentemente, usted no cree en la existencia del infierno, o se cree con influencia suficiente sobre quien lo dirige.

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  2. O bien llevo el infierno conmigo, tercera alternativa que usted no ha contemplado.

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