martes, 5 de julio de 2011

A las jarcias, marineros

El piso está seco. Cada día voy hasta su grupa y tiro una lata. Espero. La harina del surco se traga el cinco. Nada vuelve. Los días más esperanzados lanzo el queso. Y solo recupero algunas latas y, tal vez, una zapatilla que escapa deslumbrada por el sol y se descuelga por su hilo finísimo para volver de nuevo a sus lechugas. Alrededor solo hay hojas. Sol. Y axilas. No pienso en la argolla porque no puede ser otra cosa distinta que esto. Espero. Un día la cáscara temblará. Las masas de lata se reajustarán y por alguna grieta el agua encontrará de nuevo su camino hasta el piso. Y yo debo anunciarla. 

(A falta de flores naturales, uno ha de echar mano de las sintéticas. Algo aportan de color, si no perfume. Y se ahorra un crimen: ¿se imaginan en la casa de la flor un ramillete de hombres y mujeres recortados por las rodillas metidos dentro de un hombrero encima del aparador?)

5 comentarios:

  1. Pues sí, me lo imagino. Además me parece una escena completamente buñuelesca.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. ¿Buñuelesco?

    Si Buñuel hubiese leído el texto estaría aún repitiendo ¿Qué coño?¿Qué coño?

    Yo necesito un poco de traducción para saber de qué va.

    ResponderEliminar
  3. La explicación es bastante simple, viene debajo, entre paréntesis)

    ResponderEliminar
  4. Hombre, yo lo de buñuelesco lo decía por ese toque onírico que pone aquí nuestro amigo. Es que este hombre desde que sufre de sueños "to es un sinvivir"

    (qué bien se lo pasa uno con esto, coño)

    ResponderEliminar
  5. Pues yo, lo siento pero ni con la explicación del final.

    ResponderEliminar