El enano asomó su cabeza entre las hojas. No vio a nadie, así que saltó de la maceta, corrió hasta la taza, se desnudó y se zambulló en el agua caliente. Luego salió de la taza, se vistió, corrió hasta la maceta y desapareció entre el follaje.
La mujer entró de nuevo en la habitación con una lata en las manos, se sentó ante la taza, abrió la lata y sacó una bolsita de té. Mientras la sumergía y la volvía a sacar chorreando pensaba que nada podría cambiar su destino aburrido y convencional
Si es que el que se aburre es porque quiere.
ResponderEliminarMuy buen micro, un saludo.
A veces la realidad confunde los sentidos... ¡y no te digo nada de la realidad virtual!
ResponderEliminarMe ha gustado. Tiene un toque tierno y sobre todo combina la maravillosa situación que supone ver a un personaje minúsculo que se baña en una taza, con esa misma taza vista con la monotonía de la simple taza diaria.
ResponderEliminarEstá bien suspenderse de vez en cuando en las alas de la realidad. No siempre. Hay que saber 'volar'...
ResponderEliminarY ella pensando que era ese té importado el que le daba el toque especial...
ResponderEliminarEl texto me ha gustado, pero me imagino que a la temperatura a la que suele ponerse el agua para hacer un té, al enano se le abrasarían las ideas.
ResponderEliminarPor el momento, no me da (el enano) ninguna envidia.
Pero reconozco que un texto muy ingenioso.
Por cierto, me ha llamado la atención la cita. ¿De quién es?
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