Padre nuestro que estás derrumbado
sobre el trono celestial:
no te aflijas, tú no tienes la culpa.
Oculta tu nombre, protégete y protege
tu reino de nuestras febriles manos inmobiliarias;
y haz como que no nos ves, como que no nos oyes,
como que charlas con tu hijo y la paloma
amigablemente.
Olvídanos, déjanos caer y no nos libres de nada.
amén
"La Oración y el Té" de Javier Bergia
Vamos a ver qué sucede,
no sé qué puede ser,
no dices nada.
De qué me sirve a mí sentirme mal,
si tú no estás ahora.
Ácido como siempre creo reconocerte.
ResponderEliminarTu oración fervorosa será escuchada si la "rezas" con fe suficiente, tal y como mandan los cánones religiosos, pero por si acaso eso no ocurre, quiero dejarte un texto irónico de Bukowski; en este "valle de lágrimas" tenemos que tener cuidado :):
POR LOS PELOS
"mientras empujaba el carrito del supermercado
hoy
se me ha pasado por la cabeza
que podía empezar a
derribar latas de las estanterías y lanzar golpes
a los rollos de servilletas, papel higiénico y
papel de plata,
podía tirar al aire naranjas, plátanos,
tomates, podía coger latas de
cerveza de la nevera y lanzarlas
rodando por el pasillo, podía levantar
la falda a las mujeres y pellizcarles el culo,
podía arremeter con el carro de la compra contra
la cristalera.
entonces me ha venido otra cosa a la cabeza:
la gente suele tener en cuenta las consecuencias
antes de hacer algo
así.
he seguido empujando el carrito.
una joven con falda a cuadros se
agachaba en la sección de comidas para mascotas.
me he planteado seriamente la posibilidad de sobarle
el culo
pero no lo he hecho, sino que he pasado
de largo.
ya tenía todo lo que necesitaba y he empujado
el carrito hasta la caja.
una señora con la bata roja y una plaquita con su nombre
me ha atendido.
la plaquita indicaba que se llamaba:
“Robin”.
Robin me ha mirado: —¿qué tal le va? —me
pregunta.
—bien —respondo.
y entonces ha empezado a calcular el total y
a meter en bolsas mi compra
sin la menor idea de que
el tipo que tenía delante
había estado un par de minutos antes
a un pasito de la
locura".
Bss.
Una vez saqué la mano por la ventana del coche en marcha y la metí en medio de las zarzas que crecían al borde de la carretera."¿Estás loco?", me dijo mi padre.
ResponderEliminarUna entrada magnífica con unos comentarios increíbles.
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