domingo, 11 de julio de 2010

Misa de Doce. San Esteban protomártir.

Acabo de venir de misa de 12. He ido a la parroquia de La Paterna. Mi señora tenía allí un cura conocido más otro que venía a concelebrar.
Ya lo había descubierto, pero como hacía mucho tiempo que no asistía a una celebración lo tenía en segundo plano y hoy lo he vuelto a descubrir: la misa es un espectáculo eminentemente auditivo. Lo visual es mero acompañamiento. Si la iglesia tiene una buena arquitectura, hay lugares por donde pasear la mirada. En los momentos clave la figura de los dos celebrantes alzando la copa o las manos en alguna oración tiene también un deje estético. Pero sobre todo es el sonido el que prima. Particularmente en esta celebración, que tenía un carácter extraordinario y que había coro. Un coro muy bueno; dice el cura que era de los Arenales o que el nombre incluía la palabra arenales o algo relacionado con aquel barrio. Ese sonido retrotrae a no sé que tiempo atrás. La reverberación es también crucial en esta percepción. La voz solista del cura que es respondida por la multitud casi al unísono. Las interpretaciones del coro – repito que este coro era bastante bueno – seguidas de las intervenciones solistas del cura y vuelta otra vez a las respuestas de los asistentes.
En fin, mi señora se ha puesto muy contenta de que haya aguantado a su lado una misa completa. El amigo cura al que he saludado diciéndole que me estaba picando todo el cuerpo y que tenía que salir enseguida - este cura me llama “moro” – se ha alegrado de mi “vuelta a la fe”. Y yo me lo he pasado bien. ¿Qué más se puede pedir, Señor?
Como conclusión: recomiendo vivamente asistir a alguna que otra celebración cristiana cuando tiene carácter especial: Corpus, o patrones de los diferentes lugares. Y asistir con los ojos cerrados para no perder ni detalle del espectáculo sonoro ancestral. Pues creo que ese sonido conserva mucho de tradición, que, vista como espectáculo, no deja de ser estéticamente deliciosa, con independencia de las creencias de uno.
Habría que poner de moda la misa como espectáculo, tiene una potencialidad muy poco explotada.

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