viernes, 30 de julio de 2010

Mis queridas vacas

A veces me harto de ser lúcido, y quisiera disfrutar de la inconsciencia de una vaca. Mi pretendida lucidez no es más que mi propia consideración acerca de que las cosas son como yo las percibo y comprendo, y que los demás, las vacas incluidas, no parecen percibirlas de la misma manera, de forma que habitan en un profundo error. Y que por eso viven sin aparentemente dejarse apabullar por las preocupaciones reales o fingidas, como si el mundo fuera un continuo presente sin historia ni porvenir. Se quejan, sí, y lloran apesadumbrados, pero se recuperan enseguida y continúan cometiendo errores uno tras otro, pareciendo que cada vez es el primero. En cambio yo voy arrastrando mi carga de conocimientos, mi historia y mis perspectivas de futuro. Incapaz de dar un paso sin someterlo a miles de consideraciones, para concluir que cualquier movimiento es un error y que lo mejor es no hacer nada. Pero como hay que elegir, se opta siempre por lo menos malo, no existiendo lo mejor, y tomo la decisión con dolor… Y entonces me sobreviene un irreprimible deseo de disfrutar de la inconciencia de una vaca.
Mis queridas vacas, ¡cuánto las añoro!

4 comentarios:

  1. ¿Quien vive en un Moai debajo del mar?

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  2. Te he pillado, Anónimo, ya sé quien eres, aunque te escondas detras de ese redundante pseudónimo. Tu grito de batalla te ha delatado.

    Prometo vengarme; si tienes peces de colores, cuida bien de ellos, porque pueden sufrir un accidente.

    Mmmmuuuu.

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  3. Hay que vivir, supongo. Ignorar las consecuencias de lo que hacemos y dejamos de hacer, supongo.

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