lunes, 30 de noviembre de 2009

La degradación del arte

Nos están acostumbrando – a fuerza de darnos todo mascadito, por ejemplo las risas enlatadas que nos marcan cuándo debemos reír – a que los placeres nos vengan dados, a no tener que realizar ningún esfuerzo cuando se trata de disfrutar. De hecho “disfrutar” se está convirtiendo en sinónimo de no hacer esfuerzos, no pensar. Así, mucha gente va al cine a “no pensar”, y buscan concientemente películas expresamente estúpidas para no tener que hacerlo. De los libros ni hablamos. Toda lectura debe ser un continuo resbalar de acción en acción, a ser posible fantástica, para que no tenga ningún cortocircuito con la realidad. O si lo tiene que ponga la realidad en tal contradicción que acabe pareciendo irreal.

Lo que más me irrita de todo esto es que no hay un reconocimiento de lo nefasto de este hecho, sino una confirmación de su “normalidad” y de que obrando de esta manera se hacen un favor. Y así, estas víctimas del entontecimiento general no dudan en despreciar grandes obras de la literatura, el cine o las artes en general calificándolas de “tostonazo” porque no halagan su pereza mental mascándoles hasta la papilla cada idea e indicándoles dónde deben lanzar un gritito de admiración y dónde han de reír o llorar.

Si a esto le sumamos el hecho de que el arte – en general, aunque yo pienso siempre en términos literarios – se ha convertido en un producto y los artistas ya no abordan su realización sino como tal, esperando de su producto, no que manifieste una inquietud propia aunque tengan la esperanza de captar otras sensibilidades, sino que halague lo suficientemente el gusto del espectador como para que lo adquiera – no que lo consuma, sino que lo adquiera simplemente –, tenemos que el arte – la literatura – se degrada para adaptarse a los tiempos y a la simplicidad inducida de las mentes.


POSTDATA

De todo esto me doy cuenta porque yo mismo soy una víctima de esta situación. Ayer me vi luchando contra la modorra viendo una película de Tarkovskij, en parte porque la vi después de comer y en parte porque las películas de este hombre son particularmente lentas, precisamente respondiendo a un criterio estético que le dicta "hacer sentir el paso del tiempo al espectador", según he leído.

El fin de semana he visto dos del director: Nostalgia y Sacrificio. Hoy veré otra, El espejo. Echo mucho de menos, con este director particularmente, una gran pantalla en la que toda la grandeza paisajista que se complace en encuadrar sea apreciada adecuadamente.


2 comentarios:

  1. No te preocupes, las películas de Tarkovsky son para verlas así, en una especie de duermevela.
    Un saludo.

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  2. Y sin embargo se le queda a uno un poso después de ver las películas, aun en ese estado de duermevela

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