"No te entiendo". Y repite su incomprensible frase u otra. "No, hablamos idiomas diferentes". Y vomita. Pimiento rojo y café con leche.
Tras unos instantes en silencio concluyo que el milagro se ha obrado, no hay más por hoy. Echo mano al papel y a ciegas enjugo sus labios. Luego intento encajar de nuevo toda mi carne inferior dentro de los flexibles límites del pantalón. Pulso un botón y el agua liberada arrastra los restos de esa verborrea incomprensible. Salgo del retrete y vuelvo al agua y al jabón que se unen y se separan mientras mis manos se celebran una a la otra con desvergonzados frotamientos. El agua borra los restos de esta pasión y el aire caliente extingue hasta el último recuerdo. Vuelvo a la vida.
El hecho literario es fascinante. Solo con transcribirlo convierte un acto vulgar y cotidiano en un acto poético - aunque sin abandonar su aspecto desagradable y obsceno.
ResponderEliminarDistinguir entre fondo y forma en literatura parece artificial cuando uno disfruta de un texto como este. El ser humano convierte en literatura de postin el acto trivial rutinario. Chapeau.
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