miércoles, 14 de octubre de 2009

Fisiológicamente hablando

Mientras mi cuerpo trata de digerir unos pimientos ácidos. Mientras noto su pesadez literal, como si tras el cigarro hubiera cobrado masa y la Tierra me atrajera hacia sí con particular afecto de abuela empalagosa, camino hacia el retrete. Me encierro por dentro. Desabrocho el inútil cinturón que sólo adorna la cintura de un pantalón que pintaría mejor en alguien menos o más. Me siento. Y dejo hablar a mi culo.
"No te entiendo". Y repite su incomprensible frase u otra. "No, hablamos idiomas diferentes". Y vomita. Pimiento rojo y café con leche.
Tras unos instantes en silencio concluyo que el milagro se ha obrado, no hay más por hoy. Echo mano al papel y a ciegas enjugo sus labios. Luego intento encajar de nuevo toda mi carne inferior dentro de los flexibles límites del pantalón. Pulso un botón y el agua liberada arrastra los restos de esa verborrea incomprensible. Salgo del retrete y vuelvo al agua y al jabón que se unen y se separan mientras mis manos se celebran una a la otra con desvergonzados frotamientos. El agua borra los restos de esta pasión y el aire caliente extingue hasta el último recuerdo. Vuelvo a la vida.

2 comentarios:

  1. El hecho literario es fascinante. Solo con transcribirlo convierte un acto vulgar y cotidiano en un acto poético - aunque sin abandonar su aspecto desagradable y obsceno.

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  2. Distinguir entre fondo y forma en literatura parece artificial cuando uno disfruta de un texto como este. El ser humano convierte en literatura de postin el acto trivial rutinario. Chapeau.

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