Al salir de la cafetería y aprovechando la mirada baja que presuntamente poso sobre el libro me quedo mirando el escote de una chica. Tiene un botón descuidadamente desabrochado y se alcanza a vislumbrar la pared interior de un seno, carne blanca y mórbida (se usa mucho esta palabra aplicada a los senos, si miro en el diccionario veo que su primera acepción alude a algo enfermo, en cambio la segunda la clava: blando, delicado, suave)
Cuando alzo la vista la chica tiene los ojos fijos en mí y sonríe. Es bastante más baja que yo, que no soy alto, e infinitamente más joven. Me avergüenzo un poco de haber sido pillado. Pero ella no me hace reproches. Pruebo a responderle con una sonrisa embarazada (aquí, la acepción es, naturalmente: encogimiento, timidez, falta de soltura en los gestos y los actos) que ella parece aceptar amablemente.
Transcurrido el trance y ya en la calle me enciendo un cigarrillo y expulso el humo con la soltura y ampulosidad con que lo hacen en las películas los amantes después del coito (¡por Dios, esta palabra detroza toda la historia!)
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