Estoy leyendo una novela policíaca de Chester Himes. El tercer capítulo comienza de la siguiente manera: un tipo está contándole a una mujer un sueño que ha tenido donde charlaba con el mismísimo Jesús acerca del adulterio de su esposa. La mujer está muy atenta a lo que le cuenta y no advierte que tras ella otro tipo -en principio no conchabado con el anterior- le está rajando la falda con una navaja de afeitar para alcanzar una bolsa que la mujer lleva colgando de la cintura y le cae en la entrepierna. El ladrón trata de alcanzar la bolsa ¡por entre los muslos de la mujer!. Naturalmente en la bolsa lleva la mujer su dinero. En esto ella nota al ladrón y le afloja una buena patada, el ladrón sale huyendo y - ahora es cuando todo esto enlaza con el relato principal de la novela - una furgoneta blanca que viene huyendo a toda velocidad lo atropella en medio de la calle. La mujer corre detrás de él, asiste al atropello y luego se aproxima al cadáver y recoge su bolsa. Después continua la historia.
Me maravilla esta manera de crear un relato, esta forma de ir metiendo historias dentro de historias que en realidad no tienen ninguna relación. Aquí, lo que importaba era que la furgoneta trastabilleara para que dejara caer una bala de algodón. Nada más fácil que hacerla caer al dar un volantazo doblando una esquina, sin embargo se ha empleado toda esta complicada historia de la mujer, el ladrón y el sueño con Jesús. Esto le ha aportado a la narración profundidad narrativa, a mi modo de ver. Llena de matices el motivo central, lo acompañan y lo complementan - no es lo mismo que la furgoneta vaya a toda velocidad por una ciudad vacía o de la que solo sepamos que hay coches con los que tropieza, gente a la que trata de esquivar o atropella.
Otro ejemplo son los capítulos de los Simpson. Hoy he visto el siguiente: Homer es sometido a un juicio por haber devorado a unos cuantos individuos. El juez y los espectadores que jalean a coro que se le condene son donuts. Homer es condenado a morir devorado a su vez por un monstruo que entra inmediatamente en la sala, lo toma con dos dedos y se lo echa en la boca. Entonces despierta, está dormido en su puesto de trabajo y uno de sus compañeros lo zarandea para !tomar un café! y, naturalmente un donut. Pese al sueño Homer no tiene ninguna aprensión, se aproxima a la caja y un chorro de baba cae dentro, empapando la mayoría. Como sólo queda uno sin manchar Homer propone introducirlo en la sala radiactiva para que mute y se vuelva un donut gigante. A consecuencia del experimento ocurre un accidente y Homer es despedido lo que desencadena el resto del capítulo, que Homer ingrese en la armada.
Cuando ves a Homer al mando del submarino y recuerdas que el comienzo fue un juicio en el que los donuts le condenaban por asesino, no sé, a mí me causa una impresión narrativa extraordinaria -¿qué querrá decir esto? "impresión narrativa" pues no sé, tiene que ver con que aprecio un hecho narrativo bien realizado, con que disfruto con ese hecho puramente narrativo.
Lo relevante es que a Homer lo despidieran, pero no valía que simplemente le pisara un callo al señor Barns, eso hubiera sido demasiado directo, había que adornarlo con un poco de fantasía. En este caso, puesto que realmente el motivo de toda historia de los Simpson es simplemente el comportamiento de Homer parece más justificado que se utilice cualquier oportunidad para que este hombre haga gala de sus habilidades. No obstante la relación con la historia de Himes es evidente, creo yo. Utilizan el mismo recurso.
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