Comencé a leer un libro de (para mí es un tal, porque no lo conocía antes, para otros será el famoso escritor colombiano) Carlos Gamerro, El ruido de las cosas al caer. Ahí menciona el hombre algo que me sorprende: que, en Colombia, el hipopótamo es una especie invasora, es decir, una especie extraña al ecosistema colombiano que prolifera sin control, como aquí las ardillas o las serpientes o los rabo de gato (es verdad, esta es una planta; los otros, animales; pero encajaba aquí), por no mencionar a esas estridentes cotorras que sobrevuelan nuestros parques en bandadas amenazadora. Pues en Colombia tienen problemas con los hipopótamos.
Más tarde, después de unas páginas apenas iniciadas de la novela de Gamerro, estuve, en internet escuchando a comediantes colombianos. Cosas del algoritmo. Empezaron a salirme comediantes colombianos. Y uno de ellos, Rebecca Ino, mencionaba los hipopótamos. A mí esas casualidades me llaman la atención. Me digo, “¡eh!, atención, las fuerzas ocultas están tratando de decirte algo”. Nunca sé qué es lo que quieren decirme las fuerzas ocultas, pero definitivamente busqué en internet por qué el hipopótamo es una especie invasora en Colombia.
En Canarias sabemos que hubo una época en que las tiendas de animales traían muchos animales exóticos y que los mataos gozaban yendo por la calle con su iguana sobre el hombro o su serpiente rodeándoles el brazo, o su cotorrita quitándoles una pipa de girasol de la boquita. Cuando se cansaron de todo eso echaron a sus animales al campo a que gozaran de la libertad y así acabamos creando un puesto de trabajo específico encargado de la eliminación de la culebra real de California, por ejemplo. Pues en Colombia tuvieron a Escobar. Un tipo que por lo que se habla de él es una especie de antihéroe nacional. Es inevitable escuchar su nombre cuando se habla de Colombia de los años ochenta y noventa.
Pues al mafioso le dio por montar un zoológico con animales exóticos, que se trajo de Estados Unidos en avión, porque en barco se ponían malitos. Definitivamente todo lo malo de sudamérica ha venido de Estados Unidos, no de España. El hombre, pese a los intentos de impedimento de la administración pública, el dinero de la mafia lo puede todo, montó su parque zoológico, que, por cierto, todavía existe. Dice su hijo en su famosa biografía, (ni he visto la serie ni he leído el libro ni mucho que me interesa la vida de un mafioso, solo he leído un artículo) que su padre abrió el zoológico al pueblo que Colombia, al que podían acceder de manera completamente gratuita. Y dice también que el hombre se desvivía por sus animalitos, se preocupaba de que sus empleados los tuvieran muy bien atendidos, y que se pasaba horas en su parque disfrutando de aquellos congéneres.
Cuando le pegaron el tiro de gracia que libró al mundo de su presencia, toda esa atención desapareció como una brizna de nube. El parque fue abandonado y los animales dejados en abandono. Alguno escapó. Otros murieron de hambre. Y ya después retomaron la asistencia. También se habla de que no se sabe nada del destino de la fortuna incautada al grupo mafioso, pero desde luego los animalitos se enteraron de poco.
Carlos Gamerro habla de que uno de esos hipopótamos escapó y que tuvieron que abatirlo a tiros porque significaba un peligro. (en eso artículos que mencionan el parque zoológico hablan también de un tigre escapado y que acabó igual). En las redes se habla de que en las riveras del Magdalena se establecieron algunos hipótamos y que han proliferado, siendo Colombia el país donde mayor colonia de hipopótamos hay fuera de África.
Actualmente pueden verse vídeos en youtube de visitas al famoso parque zoológico. Es de suponer que lo han retomado y que atienden a los animales.
Hasta aquí la anécdota. Hipopótamos como especie invasora de Colombia. Después de la Lluvia de Peces que leí una vez en algún libro de Galeano, me pareció la cosa más sorprendente que había leído sobre el mundo extra natural de ese continente.
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