Se cuenta que en aquellos bárbaros tiempos, para controlar la población gatuna, metían a las camadas de gatitos recién nacidos en una bolsa y los arrojaban a un río. Eso en principio. Porque los gatos siempre fueron pasto de las alimañas humanas, con los que se ejercitaban para afinar sus habilidades criminales.
Desde niños se jugaba a atarles a la cola todo tipo de artilugios para divertirse mirando las alocadas correrías del pobre animal huyendo de un peligro que le seguía implacablemente, fueran cacharros o botellas con sus ruidos amenazadores, ya fuera incluso fuego. No era raro que los mismo niños y los mayores se retasen a matar gatos, bien con sus manos o con instrumentos de tortura tales como palos o cuchillos. Al punto de gozar lanzando gatitos recién nacidos contra la pared.
Se aprovechaban la pacífica convivencia que los gatos les concedían inocentemente creyendo que les agradecerían los múltiples servicios que les procuraban, como librarles de la incómoda molestia de otras especies, tales como ratones o cucarachas. Incomprensiblemente mostraban una mayor deferencia hacia los perros; sin duda porque, en muchos casos, estos, a su vez, adoptaban con facilidad las costumbres bárbaras que aquellos le enseñaban con diligencia. Era tal la saña con que trataban a nuestra especie que hasta cuando se peleaban entre ellos, los hombres tenían por costumbre meter gatos adultos en bolsas de arpillera y lanzarlos al mar para que se ahogaran. Y no se contentaban con eso, sino que, para aumentar su sufrimiento, metían con ellos un hombre.
Esta injusticia contra los gatos no puede ser ignorada, #denuncialo!
ResponderEliminarSalvajismo puro y rudo
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