En Glosa, de Juan José Saer, dos jóvenes pasean por una calle charlando. Esta es toda la acción. Pasean, sorteando coches y gente, subiendo a la acera o bajando a la calzada cuando es necesario, observando escaparates y, sobre todo, charlando. Uno de ellos, llamado, El Matemático, relata al otro, llamado Leto, una fiesta de cumpleaños a la que ninguno de los dos acudió. Leto, porque no fue invitado ni tuvo conocimiento de esa fiesta con anterioridad, y El Matemático porque estaba de viaje por Europa con una asociación de estudiantes. No hay que olvidar, porque se hace presente en la narración, al narrador, que duda, aclara, e introduce muletillas , ¿no?, esas repeticiones casi inconscientes que probablemente uno intercala cuando habla para darse algún tiempo para pensar lo siguiente que ha de decir, ¿no?
El Matemático sabe de la fiesta porque a él se la narró, el sábado anterior, un asistente a la misma, Botón, que le detalló todo lo sucedido, quiénes fueron, donde ocurrió, de qué se habló, qué se comió. Por el camino se encuentran a otro concurrente a la celebración, Tomatis, que les hace una relación, si bien, semejante en su parte gruesa, diferente en los detalles de comportamiento e interpretación de lo sucedido.
Ante todo esto, los dos paseantes se van imaginando en su mente unos sucesos que no han experimentado directamente y que deben reconstruir a cuenta del relato o los relatos de aquel suceso que van escuchando. Y esta imaginación se ve, en ocasiones, alterada o interrumpida por sus propias ideas, sus propias interpretaciones acerca de lo que el otro cuenta, o simplemente otros sucesos completamente ajenos a los narrados. Leto por ejemplo piensa en todo lo relativo, un año antes, a la muerte de su padre por suicidio. El matemático recuerda su estancia en Europa, o razona sobre la existencia tratando de elaborar una formulación matemática que contenga íntegramente el concepto.
El narrador abandona ocasionalmente este hilo narrativo para llevarnos a otro tiempo detallando las circunstancias personales de algunos de los presentes, aquí ahora, o participantes en la mencionada celebración, Washington, el homenajeado, por ejemplo, de azarosa vida política, ahora viviendo de una miserable pensión y de traducciones que consigue colocar, o uno de los Garay con el que El Matemático se encuentra muchos años después en París y, recordando aquella celebración del cumpleaños de Washington, tiene la certeza de que El Matemático estaba presente, pese a que el propio Matemático (que en realidad es químico) le aseguraba que eso era imposible porque en esa época, debía ser finales de agosto, él se encontraba de viaje por Europa.
Mi interpretación del texto de Saer es que viene a tratar de la volubilidad de la mente y del concepto que fabricamos con/en ella que llamamos realidad. Esa construcción mental a la que llamamos realidad,en un principio parte de la propia experiencia, pero una vez la experiencia ha pasado, lo que queda es indistinguible de cualquier otra construcción mental. Quiero decir, mientras el Matemático le cuenta a Leto lo que a él le contó Botón, en la mente de Leto se va construyendo una realidad que antes no existía y que persistirá ya para siempre como parte de lo él llame realidad sin distinguirla muy bien de aquella parte de su realidad que él mismo experimentó, por ejemplo ese pasear por la calle junto a El Matemático. De hecho incluso confundiéndola y no siendo más veraz una que otra. Como le pasó a Garay creyendo recordar que había visto al mismo matemático en aquella fiesta a la que él sí acudió y el Matemático no; incluso siéndolo meno. Menos veraz, ¿no?, a pesar de haber vivido personalmente aquella experiencia.
Precisamente a causa de la conciencia clara de esta volubilidad de la mente, de esta falibilidad que tiene nuestra mente para juzgar la realidad, es decir, la falibilidad de la propia realidad que cada uno tiene albergada en su propia imaginación y que, tal vez en un grano grueso coincida con la de los otros, pero vista al detalle desconcierte en muchos aspectos con la de los demás, es por lo que se inventó el llamado Método Científico, hoy tan criticado por aquellos que dudan de la ciencia o al menos ponen en duda sus conclusiones en determinados aspectos.
Teniendo este método conciencia clara de que las mentes individuales son muy volubles en su captación y conservación de una representación de la realidad, es por lo que se decide que la validación de una sola mente no es suficiente para dar por sentado un suceso y es necesario que otras mentes también lo validen, cuantas más mejor. Esto no fija la realidad pero al menos la consensúa que es, dada nuestra naturaleza, a lo más que podemos llegar, dejando siempre la puerta abierta a una refutación y mejor todavía a una expansión de la visión consensuada que permita conservar las ideas previas como aspectos o casos de conceptos más amplios, lo que, de algún modo, confirma la veracidad al menos parcial de aquellas ideas.
"Y para que quede claro: todo esto es más o menos y si se quiere -- y después de todo, ¡qué más da!"
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