Desde mi pacífica vida alejada de riesgos innecesarios y presta a la huida de los necesarios si se da la oportunidad, leyendo la Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, me resulta increíble, aunque me lo creo, que la gente está muy loca, que después de la primera peripecia pasada, un primer salto que hacen un grupo de amiguetes desde la isla de Cuba al continente, es decir México, donde tuvieron que enfrentarse a los indios, atestiguar las prácticas sangrientas que aquellos realizaban en sus ritos religiosos, pasar sed, por la pérdida del agua que llevaban y la imposibilidad de ir a buscar más debido a la hostilidad de los indios, después de todo eso, los pocos que consiguen regresar porque unos cuantos quedaron en el camino, es decir, en el mar, los que no murieron directamente en tierra, durante los enfrentamientos, debido a las heridas, esos pocos vuelven otra vez a embarcarse en una segunda expedición, igual de desastrosa, y luego en una tercera, que fue ya la de Hernán Cortés, la definitiva que ya acabó con la conquista de aquellas tierras.
Me vinieron a la mente los relatos de las expediciones a los polos, tanto norte como sur, de los ingleses, que sufrían iguales penalidades, aunque no hubieran indios y no pasaran sed, pero son relatos igual de terribles, en donde a menudo terminan con miembros amputados debido a las gangrenas que provoca el frío, etc, y una vez que se han recuperado, van y se presentan voluntarios para ir a la siguiente expedición al polo contrario o al mismo, aún sabiendo con certeza lo que les espera.
Uno se acuerda del chiste del oso y el cazador novato y se dice, así como con la misma sorna con la que lo dice el oso, esta gente no va exactamente a cazar osos.
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