domingo, 1 de mayo de 2022

Servilletas desdobladas, de Daniel Ortiz Peñate

En una reseña de El escobillón leí acerca de este autor. Me gustaron los términos en que lo describía y me busqué una de sus novelas para confirmarlos. 

Los «términos» en que lo describía o con que se describe el autor a sí mismo son poco más o menos estos

Antes de establecerse en el madrileño barrio de Lavapiés vivió en Wisconsin, Augsburg, Milán, Ciudad de Guatemala, Pretoria, Nicosia y Budapest. En 2003 abandonó Sudáfrica para viajar en solitario durante seis meses por toda Sudamérica, aventura a la que seguirían cuatro meses en India y un sin fin de viajes recurrentes al Sur de África, y otros por Ghana, Cabo Verde, México, Marruecos y Etiopía, a lo que se suma en 2011 un periplo de más de 14.000 kilómetros por las carreteras de Estados Unidos en busca de las raíces musicales de los autores de la Beat Generation con el fin de ahondar en el contexto de los autores que traduce y publica en www.edicionesescalera.com
Ha publicado Suceso en un zoo ilógico(1er Premio de Relato Corto de CajaCanarias, 2003), las novelas Servilletas Desdobladas (Idea, 2006), La hija de la Mula (Idea, 2007) y Hola Fondo Sur (Tenerife, 2012) , además del libro de viajes Al Margen junto a Talía Luis Casado (2008).

A mí, como sedentario sin vocación aunque incapacitado para una vida nómada como esa –por discapacidades mentales– me parece una reseña geobiográfica fascinante, y por eso quedé encandilado. Me busqué un par de libros suyos y encontré este, Servilletas desdobladas

Es una especie de novela. Tal vez por alguna referencia me ha hecho recordar, en cierto tono, y en el talante algo fantasioso de los personajes, a Rayuela. No sé si exactamente en la historia, que no es nada parecida. O tal vez algo. El personaje, Gabriel, o Gabo, o Gábor como le llaman en diversas partes de la historia, vive, junto a Amber (me doy cuenta de que no la menciono en toda la reseña, pero es que es un personaje accesorio, con todo y que Gabriel reitera constantemente su amor por ella y  que ella al final toma un papel más relevante) , en Budapest –debe ser la primera vez que leo una novela que transcurra en esta ciudad. Todo lo más una vez leí uno de los viajes de Galdós (¿o era Blasco Ibañez?) que la visitaba y contaba eso tan repetido de que son dos ciudades, Buda yPest, unidas por un puente. En esta novela nos enteramos de que Buda es la parte más espectacular, retrepada en una montaña, con castillo y todo, mientras que Pest es más bien un llano por donde se extiende la ciudad, en todos los sentidos, más plana–. Allí conoce a un personaje curioso, de nombre italiano, Casucci, que con su perro, pasea por la ciudad, dejando que este cague, a modo de acto terrorista, delante de los salones de apuestas y juego. Casucci se dice abogado, aunque poco se sabe de él fuera de los momentos en los que se encuentra con Gabriel. Y en esos encuentros le hace como de maestro espiritual, de guía, en una búsqueda que no sabemos ni el propio Gábor, como le llama Casucci, hungarizando el nombre, acertaría a explicar. Él simplemente siente fascinación por este personaje y su misterio.  Creo que esto resumiría esta parte de la historia, con independencia de ese tal Gurian Buenaventura cuya memoria, y cuyos escritos tiene el propósito, Casucci, de rescatar y que parece ser el motor de sus actividades. 

Hay un tercer personaje, Tirzo, que uno se imagina un trasunto del propio personaje Gabriel, que viaja por sudamérica. Primero en busca del lugar donde cayó, físicamente, abatido por las balas, el Ché Guevara, y luego en un ascenso por el Amazonas hasta un lugar donde consigue probar la ayahuasca que le provocan unas extraordinarias experiencias extrasensoriales. Estos relatos se intercalan entre los de la otra historia como leídos por el personaje, Gábor, en unos papeles que le suministra Casucci. También el mismo Cassucci le alcanza algunos de los artículos de Buenaventura, un supuesto pensador perseguido por la policía y cuyos documentos, en los que expone su peligroso pensamiento, Casucci quiere rescatar. 

La novela concluye con un final, digamos que sorpresivo y que no desvelaremos para que haya algo que descubrir, pero que de antemano me da que no es trascendental, simplemente sirve como cierre en alto de la historia que realmente termina con la muerte de Casucci.

En general da muy buena impresión. Eso hay que decirlo. Por lo menos despierta entusiasmo, al principio, el descubrimiento de un tipo que ha realizado lo que uno ni siquiera se ha atrevido nunca a sacar del envoltorio del sueño. Y tengo que decir que el estilo de escritura es muy solvente, muy suelto, en un tono coloquial, de conversación. Sí, es cierto que de vez en cuando se suelta alguna parrafada fantasiosa, pero el tono en el que lo hace es escuchable, quiero decir que uno se imagina perfectamente al tipo hablando así en su vida corriente. Tiene ese tono de soñador, de persona que vive permanentemente en el sueño, sin que ello le sea obstáculo para desenvolverse perfectamente en la áspera vida real de buscarse el sustento de cada día. 

Luego, analizándolo como hecho literario, pues sigue estando bien, hay una historia más o menos bien desarrollada. No muy atada, esto también es verdad, pero no parece que eso importe demasiado. No se ha pretendido, a mi juicio, y si sí, pues no se ha conseguido y poco que importa, escribir un novelón canónico, sino más bien relatar una experiencia de vida, una experiencia de modo de vida, aderezándola con esta historia casi como excusa para disfrazar de novela lo que de otra manera no tendría sustento editable. 

Lo único que puedo lamentar es el tono tan autosatisfecho, supongo que con toda la razón, de su actitud libertaria que a su juicio, me da la impresión, lo sitúa muy por encima de la mediocridad del ciudadano corriente de oficina (de mí). Esa especie de superioridad moral que destila todo el libro es lo que me chincha con independencia de que tal vez sea mi propia conciencia de inferioridad moral la que me esté raspando mientra leo. 

En resumen me ha parecido un descubrimiento de autor, aunque más bien un descubrimiento tardío, que me coge ya a trasmano. Este es uno de esos autores que uno debe leer a los dieciocho, veinte años para que cale en la lectura toda la esencia que esta tiene de motivadora,  de incitadora a hacer algo con la vida de uno saltándose los supuestos establecidos y atreviéndose a dejar abierta la jaula de los sueños, por idiotas que sean, como mínimo por dar oportunidad a que se escape el pajarito.

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