viernes, 10 de diciembre de 2021

Pueblo Blanco, de Serrat


Colgado de un barranco
Duerme mi pueblo blanco
Bajo un cielo que, a fuerza
De no ver nunca el mar
Se olvidó de llorar
Por sus callejas de polvo y piedra
Por no pasar, ni pasó la guerra
Sólo el olvido
Camina lento bordeando la cañada
Donde no crece una flor
Ni trashuma un pastor
El sacristán ha visto
Hacerse viejo al cura
El cura ha visto al cabo
Y el cabo al sacristán
Y mi pueblo después
Vio morir a los tres
Y me pregunto por qué nacerá gente
Si nacer o morir es indiferente
De la siega a la siembra
Se vive en la taberna
Las comadres murmuran
Su historia en el umbral
De sus casas de cal
Y las muchachas hacen bolillos
Buscando, ocultas tras los visillos
A ese hombre joven
Que, noche a noche, forjaron en su mente
Fuerte para ser su señor
Tierno para el amor
Ellas sueñan con él
Y él con irse muy lejos
De su pueblo y los viejos
Sueñan morirse en paz
Y morir por morir
Quieren morirse al sol
La boca abierta al calor, como lagartos
Medio ocultos tras un sombrero de esparto
Escapad gente tierna
Que esta tierra está enferma
Y no esperes mañana
Lo que no te dio ayer
Que no hay nada que hacer
Toma tu mula, tu hembra y tu arreo
Sigue el camino del pueblo hebreo
Y busca otra luna
Tal vez mañana sonría la fortuna
Y si te toca llorar
Es mejor frente al mar
Si yo pudiera unirme
A un vuelo de palomas
Y atravesando lomas
Dejar mi pueblo atrás
Os juro por lo que fui
Que me iría de aquí
Pero los muertos están en cautiverio
Y no nos dejan salir del cementerio


La canción Pueblo Blanco, de Serrat, nos muestra una visión muy pesimista del mundo rural. No es tanto a la pobreza a lo que la canción alude sino al aburrimiento, al pasar del tiempo sin que nada suceda, a los días iguales en sucesión infinita hasta que llega la muerte. Una síntesis perfecta del tono de la canción la frase: el sacristán ha visto hacerse viejo al cura, el cura al cabo y el cabo al sacristán, y mi pueblo, después, los ha visto morir a los tres. Y me pregunto por qué nacerá gente si nacer o morir es indiferente.

Los viejos quieren morirse con la boca abierta al sol, como los lagartos, y las mujeres esperan al hombre ideal, duro y blando, amable y rudo, educado y procaz, hermoso siempre, que si existe solo piensa en marcharse lejos. Mención final para el narrador, el poseedor de ese mí que domina la canción, que es un abatido difunto que, los cementerios son prisiones, no puede huir de su pueblo blanco.


No sé, me siento disconforme con el tono amargo de la canción. Tal vez como hombre de ciudad, donde todo transcurre a velocidad y el polvo que se levanta nunca cae en el mismo suelo del que se alzó (qué bonita metáfora, diomio), donde las relaciones personales duran cortísimas eternidades, y hasta las familiares son distantes y desconfiadas. Donde la labor diaria da una sensación de completa inutilidad, de inanez, de noria de burro, donde nadie es imprescindible, y los muertos se velan contando chistes o pactando negocios. A mí que el sacristán, el cura y el cabo se vean envejecer uno al otro me da una sensación de serenidad, de saber que esto es lo que somos. Miro con ternura el hueco mío entre los ancianos que esperan la muerte al sol de la tarde con algún perrito echado a sus pies. Y hasta le reprocho al muerto que no disfrute de su sombra de ciprés y de su tierra húmeda. 

1 comentario:

  1. Poema el de Serrat y poemas tus reflexiones. Supongo que la respuesta es que cada una es hija de su tiempo. La ciudad sería la salvación a la opresión del pueblo en los 70, hoy la ciudad se ha vuelto el horror. En cualquier caso y, egoístamente, como lector me quedo con ambos sin más.

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