domingo, 6 de septiembre de 2020

¿Alguien tiene queso?

 He estado leyendo sobre quesos. (¿Quién se ha llevado mi queso?). Es un libro de autoayuda de esos, tipo americano, que todo lo proyectan hacia un mejor rendimiento y una mayor eficacia laboral, todo ello con un espíritu henchido de felicidad que se proyecta hacia un futuro esperanzador (una buena casa, un buen coche, unos jefes que te admiran por tu nobleza y entrega… y toda esa mierda (**)).

La historia, en esencia, es que hay cuatro personajes en un mundo-laberinto. Dos son ratones y dos son personas (en realidad son liliputienses, pero es solo para ponerlas a la misma altura que los ratones). Todos buscan queso por el laberinto. Cada uno a su manera, es decir, los ratones de una manera instintiva, casi aleatoria, casi automática, explorando cada rincón; los humanos utilizando mucho el razonamiento heurístico, que decimos en informática cuando no se emplea la fuerza bruta. Encuentran un gran depósito y se instalan en la comodidad. 

Pero el depósito desaparece. Los ratones, recuperados del pasmo de no encontrar lo de siempre donde siempre, se ponen a la búsqueda de otro depósito. Ya no sabemos más de ellos hasta el final. Los humanos aún necesitan un par de visitas más antes de creer que en efecto todo el queso ha desaparecido y no va a volver. Entonces empiezan a plantearse qué hacer. Uno es partidario de ponerse a buscar de nuevo. El otro sigue en la negación de lo que ha ocurrido. El uno duda, porque el otro es más autoritario. Pero después de algunos esfuerzos completamente inútiles y de sentirse ridículo en una negación insensata,  el uno se lanza a la búsqueda. La historia sigue por él. Sus dudas y sus victorias sobre su propio miedo. Hasta que por fin consigue encontrar un nuevo depósito. Al final se plantea volver a buscar al otro pero decide que es él el que tiene que encontrar su propio camino. (Se traduciría por ¡que le den!, vurgarmente)

La palabra más repetida probablemente es temor. Y básicamente toda la historia tiene que ver con atreverse a enfrentar los temores y que indefectiblemente se va a descubrir detrás que si hay algo que temer, nunca es tanto como se preveía o por lo menos la realidad del peligro lo hace menos temible.

Evidentemente uno debe estar siempre en guardia. Esto es ley de vida. No debe uno echarse en la gloria del momento porque el momento pasa o pasa la gloria. Quiero decir que tarde o temprano uno deja de disfrutar y empieza a aburrirse de la monotonía. Además la estabilidad, el sosiego, hace que uno pierda de vista su propio potencial a fuerza de no ponerlo en práctica, a fuerza de no fallar uno pierde la confianza para aceptar las derrotas. Incluso uno magnifica las consecuencias del desastre. 

Dos cosas supongo que enseña el libro: una es que hay que aprender a superar el miedo. (me acabo de acordar del hallazgo que encuentro en el libro ¿qué es lo que haría si no tuviera miedo?: esa es la gran pregunta. Y la gran acción sería hacerlo (*)).

La segunda sería no reposes en la seguridad, usa la seguridad como reposo. Es decir, no te quedes en lo seguro sin moverte. Sigue moviéndote pero sabiendo que siempre tienes algo seguro a lo que volver. Sigue siendo cobardica pero al menos no es meter la cabeza en la tierra. 


(*) en mis auto reflexiones he trabajado algo eso, no se puede cambiar si todo se hace igual; no se puede ser otro si siempre actúas como tú lo harías (pregúntate ¿qué es lo que yo no haría nunca?, y has eso; etc.

(**) es curioso. Todas estas mierdas me interesan, pero precisamente para lo contrario, es decir, para ver si alguna vez me aportan la sabiduría (y el valor) [corazón ya tengo bastante, ¡que soy bueno!, me lo dice mucho Dorothy] para tomar la decisión de abandonar mi cómodísimo y bien remunerado trabajo y dedicarme a lo que de verdad me haría disfrutar en la vida NO HACER  NADA

1 comentario:

  1. Ese libro lo tuve o lo tengo y pueda que lo leyera en cuyo caso lo he olvidado completamente.
    Son libros americanos, o de cultura americana-capitalistoide-empresarial, destinados a hacer negocio aliviando (o intentándolo) la psique de trabajadores sobrexplotados (casi todos).
    Llamar zona de confort a la situación en que viven los trabajadores es de gran cinismo. Esta mierda de libros nunca cuestionan el confort de los de arriba a costa de la supuesta vida en zona de confort de los de abajo. No tienen ni la más mínima intención crítica. Parecen escritos por los ideólogos de los departamentos de recursos humanos de una multinacional para poner un paño caliente a los burritos atados al carro y que sigan tirando.

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