jueves, 9 de abril de 2020

El largo adiós en corto

Marlowe conoce al tal Terry en circunstancias lastimosas. Su mujer lo deja tirado a la salida de una fiesta, completamente borracho. Le cae bien, el tipo, tiene los ojos verdes, parece un buen muchacho, le ayuda. Lo lleva a su casa, lo acuesta y lo arropa. Cuando despierta le hace café.
Se vuelven amigos. Toman unas copas por la tarde un par de veces en semana. A Terry no le gusta demasiado ese ambiente ricachón en el que vive, está casado con la hija de un magnate de los periódicos.
Un día, Terry llega por sorpresa y le pide que lo lleve a México, sin preguntas.
Cuando regresa, la policía le está esperando. ¿Qué sabe del asunto? ¿Qué asunto? Terry ha matado a su mujer, y no por descuido, le destrozó la cara.
Le molestan un poco, pero no le sacan palabra. Un detective no puede andar largando sobre sus asuntos a la policía, qué clase de negocio sería ese.  Lo encierran un par de días y cuando le dejan salir es porque Terry se ha suicidado y ha dejado escrita una confesión. Caso cerrado.
Marlowe no puede creerlo. Es todo demasiado limpio. A los días recibe una carta póstuma desde México confirmándole, agradeciéndole (5000$) y disculpándose.  Marlowe sigue sin creerlo.
El padre de Silvia, la occisa, es Harlan Potter, tiene cien millones y es muy celoso de su privacidad y de su tranquilidad, y su hija tampoco es que le hiciera mucho tilín. Prefiere silenciar todo el asunto, que no se investigue demasiado, que no se publique demasiado, que no se pregunte demasiado. La policía no investiga demasiado. Los periódicos no publican demasiado. Hasta un amigo de Terry, un tal Mendoza, le «pide» a Marlowe que no pregunte demasiado.
Algo de publicidad sí que hubo en los periódicos. Marlowe, el detective silencioso. Eileen Wade le contrata para que encuentre a su marido, un escritor borrachín. Viven en el mismo barrio en el que vivían Terry y Silvia. Ella era un putón, se cuenta. Eileen es un monumento a la desesperación carnal de los hombres que no pueden poseerla. Wade, un borracho atormentado y con cierta tendencia a la violencia sobre esa preciosísima y desvalida Eileen. A Marlowe también le cae bien Wade. Algo le atormenta, ¿qué? Marlowe sospecha que el tipo sea el asesino de Silvia, y no Terry. Marlowe cree que el tipo también lo sospecha, aunque no lo puede saber con seguridad, las cosas se le olvidan, a veces, por eso bebe. Tan pronto está bien como recae y entra en un torbellino de botellas y gestos violentos. Pero en realidad nunca le vio hacer algo reprobable. Sí, expresaba sus ataques de celos con mucha mordacidad. Y aquel tiro en el techo que Eileen pudo evitar que fuera a parar a otra parte parece un claro precedente. Al final lo consiguió. Un tiro en la sien, tirado en el sofá. Justo cuando pasaba la lancha. Mientras Marlowe estaba fuera, en la playa. El servicio tenía día libre y Eileen había ido a comprar. Llegó justo después del suceso. Todo resulta muy complicado para que Marlowe lo sepa interpretar con precisión. Para la policía está claro, suicidio. No se hable más. Y es una orden. Pero las órdenes no van con Marlowe. Sigue indagando hasta que por fin lo tiene todo claro. La obliga a confesar.
Terry no se llamaba Terry, sino Paul. Al menos cuando vivía en Inglaterra, durante la guerra. Cuando le pillaron en el frente y le hicieron aquellas marcas en la cara. Le salvó la vida a sus dos amigos Mendoza y Randy Starr. Eileen  conoció a un tal Paul en Inglaterra. Fue su gran amor. Pero desapareció. No volvieron a verse. Ella lo recuerda todavía. Está dispuesta a confundir a Marlowe con él, en determinadas circunstancias. Como se dice vurgarmente los cabos se van atando. Los dos Paules son el mismo. Ella lo había reconocido. Él ya medio la había olvidado. Pero ella no. Wade había tenido una relación con Silvia. Y Eileen estaba celosa de Silvia, pero no por Wade, sino por Terry. Ella la mató. También ella mató a Wade simulando un suicidio. En realidad estaba un poco loca. Se tragó cuarenta pastillas de seconal que le recetaba el doctor Loring para cuando le doliera la espalda..
Todo sale en los periódicos. Terry queda rehabilitado, pero nadie parece estar contento. A la policía no les gusta que los ridiculicen en público. Al padre de Silvia no le gusta que le sigan molestando en su intimidad con estos pequeños asuntos personales. Ni siquiera a los amigos de Terry les gusta que vuelvan a sacar su nombre en los periódicos. Ya le habían advertido. Y las amenazas se cumplen, Mendoza aparece con unos amigos a ajustar cuentas. Cuando yo digo silencio, hay que obedecer. Pero todo resultó un astuto plan policial para pillar a Mendoza, usando a Marlowe como cabra (¿No lo dijo así Linda?, “como cazan a los tigres en la India”, ¿cómo sabía ella?).  La segunda vez le envían a un mexicano de ojos verdes. ¿Raro, vedad?

1 comentario:

  1. Ayer empecé a ver El sueño eterno y a los 41 minutos abandoné. No me estaba enterando de nada. ¿Es tan complicada la trama como a mí me parece?

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