jueves, 29 de agosto de 2019

Un rayo bailando

No se me apetece contar historias.
Ya está bien de mentiras.
Solo quiero contar lo que creo saber; esa es su verdad, mi fe en que lo es.
No pretendo ser ningún adalid, ningún bastión ni ninguna otra cosa cuyo significado ignore pero me parezca que se aproxima a la idea que quiero expresar de que no pretendo estar en posesión de la verdad –paradigma, esa también me vale–  sino que me basta con que yo mismo crea en mi honestidad al expresarme como estoy haciendo ahora, en plan experimental, a ver cómo me sale esto de hablar al tun tun
(¿Llevará acento ese tun onomatopéyico?; por regla creo que no porque es monosilábico, pero como es onomatopéyico pensé que a lo mejor las reglas se relajaban. Me hace gracia eso de que las reglas se relajen, se dejen de tensiones, lo manden todo a la mierda y se sienten allí donde les coge el cabreo a fumarse un cigarrito; que tienen que pedir, porque ellas no fuman habitualmente, solamente cuando sienten eso, que tienen que parar, dejar que pase y luego continuar más relajadas, es cuando se les apetece, lo que sucede es que no siempre tienen cigarritos y les da un poco de vergüenza pedirle uno a ese señor en la esquina que espera impacientemente la guagua, parece necesitar todos los cigarrillos que lleva      ).
Vaya, me quedé trabado en lo del tun tun, sin acento porque son monosílabos... no empecemos de nuevo.
Esa es otra, ¿por qué esa manía de referirnos a nosotros mismos en plural?
Sí, todos lo hacemos, porque todos somos todos; eso es lo que suelo decirme, pero entonces por qué me siento siempre tan raro entre la gente.
Y, al final, ese que siempre sale a decir, yo no, ese es precisamente el que sí, y todos los demás que no dicen nada, simplemente porque no han leído o no han entendido de lo que se estaba hablando, pues esos, probablemente no.
Así que somos yo y ese que dice, yo no.
Ahora en serio, si eso de serio tiene algún significado, está claro que hablamos en plural cuando solo nos referimos a nosotros porque queremos ocultar nuestra identidad en medio de la multitud, vestirnos de multitud por así decir, porque de otra manera nos sentimos desvalidos, desnudos ante la mirada de otros.
No porque estar desnudo sea una vergüenza, sino porque estar desnudo de cualquier forma es mostrar nuestras debilidades y mostrar nuestras debilidades es ponernos en peligro.
La vergüenza es un resto atávico de nuestra animalidad que no se nos quita a algunos ni muriéndonos –por dios qué vergüenza estar ahí tumbado, rígido, siendo observado por todo el que pasa, murmurando cosas de nosotros y nosotros ahí, metidos en esa caja sin poder huir, sin poder darnos un paseíto lejos del agobio de la gente, que mira que nos agobia la gente, para un rato está bien, y es muy agradable sentirse en medio de un grupo donde se aprecian, más o menos, mutuamente, pero, como decía Vallejo, "con mi muerte querida y mi café", siempre con salvedades, con puerta de huida sin echar la llave por si acaso, con mi botella escondida por si llega el apremio, que no va a llegar, pero por si llega... – me he perdido completamente, lástima, porque iba tan bien que me parecía que ya tenía una entrada nueva en el blog, ahora voy a tener que seguir mareando la perdiz a ver si consigo darle con el palo en la cabeza, que supongo que para eso es el propósito de marear la perdiz.
Es curioso que yo personalmente nunca haya visto una perdiz salvo en bodegones, me refiero a ese tipo de cuadros que representan comidas, y probablemente lo habré visto en cuadros de ínfima calidad o reproducciones de ínfima calidad (decorando una servilleta o un salvamanteles o vaya usted, señora, a saber) de cuadros buenos.
Y que hay que analizar cuándo empleamos el plural y cuándo empleo el singular para referirme a mí.
Quiero decir, por qué tomo esa decisión de ir por un camino o por otro.
 Yo, honestamente creo que es cuando creo que lo que estamos diciendo tiene un significado que puede afectar a más personas que a mí mismo, es decir, que yo somos todos; pero otras veces, está claro, ya lo mencioné antes, lo hago para ocultarme en la multitud, para no sentirme el raro, el que tiene la cuquilla más pequeña, cosas de machitos.
Tal vez ahora me faltaría averiguar cuándo estoy empleándolo en un caso y cuándo estoy empleándolo en el otro.
Del empleo de la signatura ortográfica ya ni te hablo que me parece que suelto comas, puntos, ocasionalmente puntos y comas y dos puntos de la manera más aleatoria que se me pueda no ocurrir; porque si se me ocurriera ya no sería aleatoria, que, tal vez, no es posible que se me pueda ocurrir aleatoriamente, entendiendo por ocurrir que mi mente elabore una explicación por la cual ha decidido poner precisamente allí una coma, un punto, un punto y coma, etc.
Aunque ocurrir tiene, más, orejillas de conejito saltarín.
Ocurrir es un a bote pronto (¿a voz de pronto?), es una idea sin pulir, pero idea al fin, y, en tanto tal, recubierta de capas y capas de cultura, tradiciones, hábitos, represiones: demasiados condicionantes para la aleatoriedad.
Aunque, visto de otro modo, ¿qué es la la aleatoriedad sino un cúmulo inabordable de condicionantes?
Inabordable para nuestra mente simple, por supuesto, una mente más compleja observaría un universo completamente previsible en todas y cada una de sus ocurrencias.
Es decir, un universo estático.
En realidad, ya lo he notado, lo que pasa es que no me gustan nada esos textos tan pulcros con sus comas y puntos y puntos aparte y hasta sus rarísimos punto y comas y dos puntos colocados canónicamente según dicta la norma, el tocho calabaza ese de gramática que supongo será el que lo explique canónicamente –¡qué coño!, por qué empleo tanto esa palabra, canónico, que en realidad no sé qué significa y solo la asocio con la biblia: yo qué sé por qué hago las cosas–.
Lo que voy a hacer es que una vez que llegue al final de esta página voy a releerlo y a revisar un poco la puntuación.
No que vaya a corregirlo, sino que redistribuiré según otro criterio toda esa fauna creyendo que este nuevo criterio es mejor que el anterior aunque no sepa dar razones de por qué y solo lo haga porque creo estar aplicando unas normas de corrección aunque a mí me parezca que lo están estropeando todo.
Pues dicho y hecho, y más allá. Se me ocurrió que nada de tibios puntos y seguidos. Decidido a puntuar, hay que hacerlo con todas las consecuencias: punto y aparte, con decisión. (Eso no cuenta para esta aclaración, parece)

1 comentario:

  1. ¿el rayo de la duda?, ¿el rayo de la sinrazón? ¿bailando el twist? Hacerse preguntas es lo que nos eleva, responderlas lo que nos hace caer

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