domingo, 12 de mayo de 2019

Trampa 22

Trampa 22 es una novela porque es larga, más de 400 páginas, y porque aborda las existencia de un conjunto de personajes, el mismo a todo lo largo de la novela. Pero no contiene exactamente una trama, sino una secuencia de escenas, en general, inconexas, por más que algunas se sigan a otras o nominalmente unos capítulos parezcan comenzar al final de los anteriores.

Pero esto es así porque el comportamiento de los personajes es completamente alocado, inconexo, al igual que sus conversaciones, absurdas muchas veces aunque con un curioso patrón , que es a lo que se podría denominar la Trampa 22. El patrón sería que la expresión se contradice a sí misma. O que el aparente significado de la primera parte de la frase es interpretado exactamente al contrario en la segunda parte. Al capellán lo dejan marcharse después de declararlo culpable, por ejemplo.

Por otro lado se burla de la burocracia militar que está más preocupada en verificar, o más bien, exigir, su propio cumplimiento que en servir de medio para lograr la efectividad de unas actividades concretas. En este caso el bombardeo de las posiciones enemigas y el mantenimiento ordenado de la base de operaciones.

Escudándose en esa burocracia a la que se le exige completa efecacia sobre sus propios protocolos con independencia de lo que la realidad esté verificando –el doctor Danika ha muerto porque su nombre figuraba en un listado de hombres que iban en un avión que se ha estrellado, pero el doctor Danika no había subido a ese avión y estaba justo al lado del sargento que sentenciaba que el doctor Danika también había fallecido puesto que lo decía en sus hojas de tripulantes–, los oficiales encargados de las funciones no estrictamente de guerra se aprovechan de su condición para enriquecerse y, principalmente, para estorbar la labor de los otros con el objetivo de alcanzar mayor prestigio que ellos. El intendente Milo tiene montada una empresa, que llama M&M, y de la que dice que cada miembro de la tropa tiene una partición para exigir su colaboración, que usa el transporte y demás recursos militares para comerciar con los más variados productos en todo el ancho mundo, algodón de turquía, bacalao de noruega, wiski irlandés de malta, etc. Es tal su celo comercial que llega hasta a bombardear su propio campamento para cumplir con un contrato con los alemanes. El coronel Cathcart aumenta continuamente el número de misiones que tienen que realizar sus pilotos antes de volver a casa para lograr mayor prestigio que sus compañeros.

Mientra, la tropa, los pilotos y demás miembros de las tripulaciones se vuelven locos por culpa de la ineficaz y malintencionada gestión de sus oficiales. Y por el continuo aumento de misiones mínimas que deben cumplir antes de ser repatriados. Y por las muertes que se van sucediendo.

Aunque está escrita de una forma divertida y, una vez que uno asume el grosor de la novela, se ha relajado en la lectura, la sucesión de capítulos no conduce aun progreso de la narración, en realidad esta estancada en el tiempo puesto que todos los sucesos podrían haber ocurrido en el mismo desarrollo de tiempo –con algunas salvedades cronológicas explícitas–. La impresión que te da es que la novela no evoluciona sino que es simplemente una sucesión de estampas que comienzan en cualquiera de ellas y pueden terminar en cualquier otra. El grosor de la novela lo que permite es que te acabes habituando a ese ambiente.

Todo el tono de la novela está envuelto en una ironía absoluta que hace dudar de si los personajes se creen o no lo que están diciendo que contradice absolutamente lo que está sucediendo. Hacia el final, cuando Yossarian, que es el personaje que podríamos llamar central, escapa a Roma (cap.39) de algún modo se levanta ese velo de ironía y se nos desvela todo el horror que trata de disimular, sin embargo el absurdo permanece. Detienen a Yossarian por haber desertado, en la misma habitación en la que está Aarfy que acaba de tirar a una chica por la ventana, al cual ni le prestan atención.

Aunque en los últimos capítulos se acentúa el horror medio disfrazado en los anteriores, y aparecen juntos casi los tres únicos personajes que nos parecen mínimamente razonables, Yossarian, Dumbar y el Capellán, se apaga la novela (que no termina) con un destello de esperanza, cuando Yossarian decide fugarse ¡a Suecia! (recuerdo que están en una isla del Mediterráneo, y son conscientes del absurdo, creo ¿o se habrán equivocado de nombre de país?).

Nota: Espero que la próxima novela a comentar sea Matadero 5

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