miércoles, 22 de mayo de 2019

[Casi] he terminado ya Matadero 5, de Kurt Vonnegut.



Es una novela que, en principio, se puede adscribir al género de guerra, porque una parte de ella trata sobre las peripecias de un muchacho, Billy Pilgrim, en la guerra. Billy es capturado por los alemanes y trasladado a Dresde junto con un contingente de americanos. Allí son empleados como mano de obra hasta que la ciudad es brutalmente bombardeada. Creo que este es el objetivo declarado de la novela, hablar sobre el brutal bombardeo de Dresde, ciudad que no se esperaba que fuera bombardeada por nadie. También, claro, hablar sobre los horrores de la guerra en un intento de desalentar a cualquier alma cándida de interpretarla desde un punto de vista heroico y aventurero.
Entrelazado con este relato de la época de guerra hay sucesos de la vida de Billy Pilgrim tras la guerra: su matrimonio, su prosperidad social como óptico, sus hijos, su accidente de avión y su extraña historia acerca de que fue raptado por unos extraterrestres, los Trafalmadorianos, y expuesto durante un año –un año extraterrestre, no terrestre, porque en la Tierra nadie notó la desaparición de Billy– en una especie de museo antropológico intergaláctico para disfrute de los Trafalmadorianos. No estuvo solo, sus captores tuvieron la bondadosa idea de hacerlo acompañar por una preciosa actriz del momento, Montana Wildhack, con la que Billy llegó a tener un hijo (bueno, no lo sé, no he leído todavía esa parte).
Sí, Billy cuenta, y la narración no lo desmiente, que desde que fue raptado por los extraterrestres, su mente viaja adelante y atrás en el tiempo, salta de un momento a otro de su vida sin apenas control del pobre Billy que lo mismo se ve haciendo el amor con su mujer en el hotel donde pasaron la luna de miel, que caminando con los pies destrozados después de que fuera capturado por los alemanes en compañía de un tipo bastante atrabiliario llamado Weary. Billy ha intentado contar esta historia de los viajes en el tiempo y sus asuntos con los Trafalmadorianos, pero esencialmente lo toman por un chalado y recibe frecuentes broncas de su hija por exponerse al escarnio público, él que ha ostentado algunos cargos relevantes en diversas sociedades del entorno de la optometría, en donde es un próspero empresario.
Billy sabe ya cuándo y dónde va a morir, por ejemplo, y la importancia que tiene en ese asunto aquel loco, Paul Lazzaro, que juró vengar a su amigo Weary cuando este, agonizando en el vagón que trasladaba a los americanos capturados, culpó a Billy de todos sus pesares.  Y lo sabe casi antes de conocer al tal Lazzaro en la enfermería del campo al que llegaron como escala antes de encaminarse a Dresde.
El asunto es tan extraño que nadie parece dispuesto a creerle, y menos su hija. Nosotros los lectores estamos bastante convencidos, aunque Billy tuvo que ingresar en un hospital psiquiátrico meses después de regresar del frente, que ya no era frente. Allí conoció a un tal Eliot Rosewater que le introdujo en la lectura de las novelas de ciencia ficción de Kilgore Trout, cuyas tramas se parecen sospechosamente a lo que le está pasando a Billy.
De esto trata la novela. Y lo cuenta bien, animadamente, con un cierto distanciamiento, un tono irónico que hace dudar de la veracidad de todo lo que se cuenta. Así es. Ahora, en la próxima salida con el perro, tal vez dos más, voy a rematar la novela a ver qué sorprendente final me depara.

Ya sé cómo termina el libro: un pajarillo le dice a Pilgrim ¿pío, pío, pí?

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