domingo, 6 de enero de 2019

Día de Reyes.



Hoy me levanté tarde. No escuché a Poncho, probablemente también se quedó dormido. Habrán venido los reyes por la noche y nos habrán drogado para que no les estorbemos en su labor de ladrón inverso. Como regalo de cumpleaños para mi arbolito he decidido que hoy le echaría una botella de agua. Vamos que toca regarlo. No lo riego todos los días, apenas una o dos veces por semana. Ya tiene un año. Es mayor. Tiene que ir acostumbrándose a las inclemencias de la vida. Me está creciendo poco, yo creo que se ha acomodado a los mimos. Veremos a ver si crece.

En el libro de Svetlana, han seguido las voces. Que si el carácter ruso, que si la obediencia y el miedo a las represalias si no obedeces. Que si la falta de disciplina: cumplen las órdenes, pero como les da la gana. Tampoco les suministran los medios mínimos de protección. Eso sí, cuando terminan les dan un diploma. En casa son unos lisiados, enfermos, que tratan de comprender la enormidad de lo que ha pasado y no lo aparenta. Pero es muy gordo lo que ha pasado. Todos recuerdan la guerra, pero esto no es como la guerra. Nadie los ha preparado para esto. Y aún no saben cómo enfrentarlo. No es solo por las enfermedades, por los muertos, el cáncer, las malformaciones. Es todo lo demás. La radiación invisible. La normalidad traicionera. Dicen que las verdaderas consecuencias tardarán en aparecer, pero serán terribles. El miedo.

De camino para casa me encontré una moneda de diez céntimos. Mi regalo de reyes. Este año será un año de fortuna económica. Iré ahuecando la bolsa.

En casa preparo el roscón. Ha estado en el horno, fermentando, toda la noche. Lo visto y al horno, ahora sí, infernal, pero menos. No me dan satisfacciones mis experiencias reposteras. Pero es mi lema: Hazlo, hazlo mal, pero hazlo, no te quedes mirándote las manos, impotente, pensando en que nunca podrás, en que nunca serás (aquel que podía haber sido, decía, poco más o menos don Fernando -¿qué don, si es más joven que tú?-).

A la parentela le gustan los regalos. Ya no es como antes, claro. Somos todos grandes. No hay globos, ni confetis. No hay juguetes, muñecos, bicicletas. Las calles están vacías. Me acuerdo... ¡bah!, eran otros tiempos. Estos son los tiempos de ahora. Ni mejores ni peores. Empieza un año nuevo. Otra vez. El martes, a trabajar. O como quieras llamarlo (algunos somos más afortunados que otros), pero es obligatorio, y por lo tanto un castigo. (¡Nadie te obliga!, el miedo me obliga, y mi estómago y sus estómagos y su futuro y yo qué sé, tampoco es que hayan demasiadas opciones, mejor ir con un poco de ... buen ánimo)

Y poco más. Aquí viene la familia.

2 comentarios:

  1. Aquí hay:1) un roscón que no sabemos si salió bien o mal
    2) un libro que supongo que sabría mejor cual es si hubiera leído la entrada anterior (cosa que no pienso hacer para escribir este comentario)
    3) un perro que se llama Poncho
    4) tres reyes magos que no se ven pero cuya legendaria y noctámbula presencia se intuye
    5) un árbol como promesa de futuro
    6) una moneda como realidad contante y sonante

    Pues ya es bastante¡¡¡

    ResponderEliminar
  2. 1. No bien (eludiendo la respuesta directa).
    2. Voces de Chernobyl.
    3. Personaje real, aunque frecuentemente invocado en este blog.
    4. Personajes ficticios pero de grata memoria de tiempos de la infancia.
    5. Personaje real. El tío sigue sobreviviendo. Estoy muy orgulloso. Pero está peligrosamente cerca de una obra. Recuerdo la canción _El tío Marcial_ de Krahe y temo por él.
    6. Moneda real, pero extraviada nuevamente entre otras monedas como ella en un monedero, probablemente ya intercambiada por algún bien.

    ResponderEliminar