sábado, 4 de marzo de 2017

Mi suerte

Escuchando una canción de Antonna donde se dice a sí mismo que no se merece la suerte que tiene, me da por preguntarme: ¿me merezco la suerte que tengo?,entendiendo que considero que he tenido mucha suerte en la vida para el poco empeño que he puesto en ello. Y me respondo que claro que sí. En primer lugar porque nunca he arriesgado, y por lo tanto nunca he perdido. En segundo lugar, o paralelo al primero, porque nunca he apetecido claramente nada por lo que arriesgar y, por lo visto, a quien no quiere nada de la vida la vida le da todo lo que necesita; no más, pero tampoco menos. La vida da el salario púrpura como lo describía Philip J. Farmer en su relato, del que ya solo recuerdo el título, Los jinetes del salario púrpura, y luego te deja que lo gestiones como tú quieras. Lo que pasa es que mucha de la gente se tiene en gran estima y se empeña en conseguir más de lo que puede abarcar, sobre todo en la juventud, y de ahí vienen todos los desastres. Para cuando se dan cuenta de que se han metido en problemas, que ya han sobrepasado eso que en los aviones se llama -lo he visto en una película- punto límite de retorno, es decir, el punto en que, si surgen problemas, es mejor continuar que retroceder, ya resulta demasiado tarde, y entonces entran en barrena, en lugar de seguir empujando para llegar lo más lejos posible; es decir, se hacen viejos a los treinta, cuarenta, cincuenta años; empiezan a pensar en su juventud, que ya les parece remota por más jóvenes sean, y se resisten a creer que vivir sean una secuencia de oportunidades, porque solo miran para el camino y no para la enorme pradera que lo rodea y por el que circula, el camino, caprichosamente. Los que nunca hemos tenido ambición o nunca hemos creído en ella si es que alguna lucecita nos alumbrada por dentro, miramos la enorme pradera y nos da vértigo las demasiadas posibilidades y las tan pocas apetencias.
No somos felices, sin embargo, no vayan a creer que esto es una loa a la desapetencia. Nos pasamos la vida soñando y poniéndonos en el lugar de todos los demás, si no hubiéramos sido nosotros. No por creer que su vida ha sido mejor que la nuestra, sino, simplemente porque, con certeza, era otra.

---

Después de escribir esto, y otras cosas parecidas, me pregunto: ¿creo de verdad en esto que he escrito?, ¿soy yo así?, ¿refleja esta reflexión cómo me siento, cómo soy?, ¿puedo sostenerla como una bandera diciendo: esto soy yo? Pues la respuesta es: no lo sé. A veces sí, a veces no. A veces sí, pero digo que no, por la poca madurez que refleja, y me avergüenzo un poco reconocer que soy esto. A veces es no, pero digo que sí, porque queda bien moralmente, pienso, parecer tan sincero con uno mismo. En fin, al final, es solo una excusa para escribir un rato mientras que me decido o no me decido a meterme en el baño  a afeitarme y ducharme, que está el día hoy un poco frío.

1 comentario:

  1. Lo de las ambiciones, no sé, ¿es poco ambicioso desear que le dejen a uno en paz en su rincón, leyendo? Parece de gente poco ambiciosa, pero en el fondo, es una ambición demasiado ambiciosa, y nada tolerable, porque no sirve a los que quieren satisfacer su ambición usando la tuya.

    ResponderEliminar