jueves, 23 de junio de 2016

Supongo que un elogio magufo (como nos llaman los escépticos)

Como yo soy un aficionado a los misterios del mundo, es decir, un aficionado a leer sobre posibles misterios del mundo que luego lo serán o no, pero al mismo tiempo soy o creo ser una persona lúcida, me gusta consultar simultáneamente las opiniones de los creyentes y de los detractores. Y he de decir que si bien los creyentes me resultan, con demasiada frecuencia, excesivamente, maravillosamente, fantasiosos, los detractores, por el contrario, me resultan, con demasiada frecuencia, excesivamente, deplorablemente, irónicos. Echo de menos, tanto en unos con en otros, lo que yo considero un sincero espíritu científico, que, para mí no tiene otro significado que curiosidad y asumir la realidad cuando la hay (cuando no, está permitido fantasear como se quiera). Tanto en unos como en otros lo que percibo es una completa soberbia, y una pertinaz defensa de sus inamovibles principios. Han establecido cuál es su verdad y la defenderán de cualquier manera contra cualquier intento de desplazarla. Por cierto que también percibo entre los escépticos un temor horrible a ser burlados. No darán nunca ningún paso hasta que alguien de su confianza, es decir, alguien que piense de la misma limitada manera que ellos, les confirme que, irremediablemente, hay que desplazar el mojón.
Para mi gusto, el conocimiento no es más que una narración. Una historia que nos contamos a partir de una serie de percepciones. El método científico consiste, al parecer, siempre según mi ígnara manera de comprender el mundo, en, una vez que tenemos construida esa narración, tomar una nueva percepción y comprobar si nos varía la narración, si no es así, nuestra narración sigue siendo válida para seguir deambulando por el mundo. Ahora bien, el mundo científico es ya una institución, y cuando digo esto quiero decir que es un organismo que se debe a un buen montón de obligaciones, obligaciones que se traducen en prestigio y financiación muchas veces, por mencionar las más banales. El mundo de los buscadores de misterio siempre es un mundo individual, y solo se debe al gusto de buscador, aunque en muchas ocasiones también se busca el prestigio, y también se busca el lucro. Toda institución tiene el inconveniente/ventaja de la falta de flexibilidad, porque, en cualquier institución, cuanto más aspiración tenga a durar, peor, lo que prima por encima de sus propios principios de partida, es su propia conservación. (La verdad es que ahora mismo en lo que estoy pensando es en la iglesia católica, la cual, es mi opinión, ha traicionado la mayoría de los principios básicos contenidos en su libro de referencia). Y puestos en el trance de tener que cambiar su narración ante un hecho nuevo que pudiera transformarla, se va a pensar primero qué implicaciones tiene, no para la calidad de la narración y su adecuación al objetivo principal de la misma, que es el ayudarnos a deambular por el mundo comprendiéndolo mejor, sino para la propia institución y su más pragmático objetivo principal, que es la permanencia.
Por esta razón desconfío tanto de la suficiencia de los escépticos como de la exuberancia fantasiosa de los buscadores de misterio, y por esta razón, las afirmaciones rotundas de la ciencia me dejan insatisfecho y siempre creo que ella solo afirma lo que puede mantener seguro dentro de sus márgenes, mientras que lo que queda dentro de la incertidumbre prefiere meterlo debajo de la alfombra mientras se resuelve su encaje en la narración oficial.
Ahora bien, la narración oficial no tiene misterio. Aspira a fijar, a establecer, asegurar que nada va a cambiar una vez que hayamos afirmado algo, y a mí eso me parece no solo aburrido sino peligrosísimo para la vida, al menos para la mía. Saber que las cosas son como son y que no tienen la más remota posibilidad de ser de otra manera me desanima bastante. Así que por eso me gustan los misterios y ante la falta de misterios, prefiero, como mínimo, ignorar. (Creo que esto, a la luz de los resultados electorales, le pasa a la mayoría de los españoles, por otra parte).
Saber es un compromiso, porque te obliga a, una vez que sabes, tener que decidir qué hacer con ese conocimiento. Y además, una vez que sabes, cada acto te juzga, puesto que el conocimiento te hace  responsable. Por eso es tan atractiva la ignorancia.
El único atractivo de la vida, ahora mismo, para mí, es creer que la vida pueda ser algo más que esto. Si llegase a la certeza escéptica de que esto es lo que hay, lo mismo dejaría de interesarme. Con independencia de que mi instinto de supervivencia, el muy cabrón, siguiera insistiendo en mantenerme vivo.

1 comentario:

  1. No estoy muy de acuerdo con lo de las afirmaciones rotundas de la ciencia. Las afirmaciones cientificas cambian con mucha frecuencia, y a veces los cambios son revolucionarios, lo que si es cierto, es que los cambios siempre están justificados.

    Dos ejemplos:

    1) El desarrollo de la teoría cuántica en pleno imperio de la física newtoniana. La teoría cuántica prácticamente rompió la forma de ver la física que imperaba hasta el momento.

    2) Hasta hace bien poco era un anátema entre los paleontólogos el sugerir la hibridación de los cromañones con otras especies de homo sapiens; la verdad oficial era que eso era tan imposible como la hibridación de hombres y cabras; pero de repente, no sólo se acepta, sino que se empieza a afirmar que esta hibridación fue necesaria para que aparecieran determinadas características en los hombres modernos.

    La ciencia no es inamovible, si bien es cierto, que es cobarde y sólo levanta un pie cuando tiene bien afirmado el otro.

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