sábado, 9 de abril de 2016

Vago

Soy un vago. No me gusta trabajar. Cualquier actividad productiva me produce una intensa somnolencia. Cualquier acción que produzca un beneficio me desalienta. Los juegos competitivos me desagradan, el inglés técnico me repugna, la ofimática me resbala, las revistas universitarias me provocan diarrea, las conferencias me adormilan, las reuniones de trabajo me provocan temblor de rodillas, los congresos me aterran, sinceramente. Si tengo que demostrar mi valía me derrumbo. Pero sé tocar un poquito el piano, he aprendido algo de francés, y de chino, leo con ignorante descaro en portugués, puedo hablarte sin alardes del Ulises de Joyce, de la Ilíada, de Moby Dick, del Quijote, de los poetas del veintisiete, de la generación de los cincuenta y creo que puedo nombrar más de diez escritores canarios, más de veinte europeos y más de treinta sudamericanos y si me esfuerzo, más de cuarenta norteamericanos aunque no lo haya leído a todos, y hasta creo que puedo hacer lo mismo al revés, pero no me esforzaré en hacer eso, soy un pérez-oso. No me preguntes de informática, porque no sé nada, pero estoy dispuesto a aprender latín para leer la Guerra de las Galias de Julio Cesar, y también italiano para leer la Divina Comedia, aunque lo que haré, simplemente, será comprarme un diccionario y ayudarme del Google Traductor cuando emprenda esa ardua tarea, mi pereza no me da para más. Un día encalé un techo y también he ayudado a echarlo bajo la promesa de que después habría carne de cerdo y papas sancochadas todo regadito con ron. He cultivado papas y tomates y millo, cebollas, calabacines, aunque no lo he hecho muy bien, si soy sincero. He podado árboles y he hecho sidra que me he bebido luego. Monto en bicicleta y me he esforzado en hacer recorridos en solitario que poca gente se atreve a hacer, en solitario, y los grupos de jóvenes y experimentados ciclistas me pasaban a toda velocidad y me decían adiós y se paraban por si necesitaba ayuda, qué buenos muchachos. Le he cambiado las ruedas a mi coche, aunque no sé muy bien dónde está el motor, para qué te voy mentir. Tampoco sé de aviones ni de fútbol y en cuanto al ajedrez, no puedo mentirte en este término, tal vez es en lo único que empíricamente tienes que creerme. Ah, sí, una vez me aprendí a coser con la máquina y medio esbocé un vestido cortando yo mismo la tela con un patrón que saqué de una revista. Y he montado mediocres vídeos que cualquiera puede ver y despreciar a voluntad. He escrito poemas y los he recitado. Una vez me publicaron algunos textos en un periódico aunque nunca, no podía ser menos, he ganado un concurso de literatura. No soy bueno en mi trabajo, pero me he sentido orgulloso alguna vez de algún resultado que luego no sirvió para nada, y, sobre todo, nunca he sido padrino de una promoción, pero algunos alumnos, no demasiados, me ha dado alguna vez las gracias y, bueno, reconozco que me gustó, aunque modestamente puse cara de póquer y moví las mano como barriendo para afuera el agradecimiento.
No sé, supongo que nunca llegaré a nada, pero creo que tampoco me preocupa demasiado porque no  imagino ningún lugar al que desee llegar. Conozco a mucha gente que dice haber estado por esos lugares y muchos no me han gustado. Otros sí, lo confieso, y a esos sí que les he envidiado.
Siento que sí, que soy un perezoso, pero siento también que no hay, o no encuentro o soy demasiado perezoso para buscarla, una razón para ser de otra manera.

1 comentario:

  1. Vamos camino de lo que no se pueda valorar en euros contantes y sonantes y, por lo tanto, no se pueda vender, no es que no valga, es que no es existe. ¡Qué les den! Tú sigue a lo tuyo si disfrutas así.

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