miércoles, 16 de marzo de 2016

El monasterio de Taizán

Un monje joven supo que existía un Templo en Taizán, lugar que desconocía, el cual se suponía que concedía la sabiduría a aquellos que se acercaran a visitarlo, y se lanzó al camino en su busca.
En una encrucijada encontró a una anciana que descansaba y le preguntó si conocía el camino para llegar a Taizán. La anciana, sin levantar la cabeza de su postura de reposo, le respondió: “Siga recto”.
El joven continuó su camino. Anduvo durante años. En ese tiempo no perdió oportunidad de aprender y crecer espiritualmente, y nunca abandonó su empeño de alcanzar el monasterio.  Ya habían pasado muchos años y se encontró de nuevo en aquel cruce, esta vez en sentido contrario. Y allí estaba la anciana, en la misma postura, a la que volvió a preguntarle por la dirección del monasterio de Taizán. La anciana le respondió nuevamente: “Siga recto”, y el monje continuó su camino.
Transcurrieron más años, durante los cuales no dejó de aprender y crecer espiritualmente. Aún así no perdía el deseo de alcanzar el Templo de Taizán. Era su voluntad. Recorrió todos los caminos en todos los sentidos sin encontrarlo. Un día se halló de frente con la anciana en aquel mismo cruce de siempre que él ya había olvidado. Y de nuevo le preguntó si podía indicarle el camino hacia el Templo de Taizán. La anciana respondió: “Siga recto”.


Nota: la anécdota que inspiró este cuento viene del libro: Gödel Escher Bach: Un eterno y grácil bucle. De Douglas R. Hofstadter. Tusquet Editores 1987. Colección Booket 2015 [pag. 269]

3 comentarios:

  1. Bajo la apariencia de un texto de carácter pseudosapiencial, del estilo de los que, asiáticamente, nos invitan a encontrar respuestas sobre nuestro propio ser, transitando un camino que no es medio, sino fin, se esconde una múltiple hermeneútica de la que, esta interpretación, no es más que una de muchas.

    La que, a mi juicio, es la principal se parafrasea parabólicamente: el texto hace referencia a un espacio no euclídeo, que en su cóncavoconvexidad puede ser recorrido en línea recta de tal manera que el móvil (en este caso el monje) pasa una y otra vez por “el mismo punto”. Para acabar de apuntalar la dimensión temporal del espacio referido, se incluye la figura de la anciana que permanece en un “tiempo no newtoniano” sin acabar nunca de morir.

    También puede ser que lo escribiera un tipo que estaba aburrido.

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  2. Me encanta la tensión entre la continuidad de la perseverancia del aprediz rectivago con la evolución del mensaje de la anciana, cada vez más y más claro: para buscar la sabiduría, sigue recto, mantén tu conducta gobernada por la rectitud.
    Y además el dibujo es mejor que el anterior.

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  3. Fíjate que a mí me parecía clave la anciana, es decir, solo tras la perseverancia encontrarás la sabiduría en la vejez. Por eso la flecha señala hacia ella.

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