martes, 19 de enero de 2016

Sin gobierno, y por muchos años.

No tenemos gobierno. Y, por lo que parece, hay dudas de que vayamos a tenerlo sin que medien unas nuevas elecciones antes de conseguirlo.  Dicen, los tipos en la radio, que saben de todo, que hay quien cree que le favorecerían una nuevas elecciones, y señalan en concreto a Podemos, que, al parecer se ufana en creer que podrían conseguir más diputados tras una nueva campaña. Me permito disentir. Creo que una nueva campaña electoral favorecería al PP que tendría a huevo para pedir al populacho una nueva oportunidad para seguir levantando este país (no pongo comillas ni resalto nada porque ya de por sí, la constatación del aumento de las desigualdades sociales -es decir, económicas- ya entrecomilla suficientemente) ya que la coalición de las izquierdas se muestran incapaces para salvar sus diferencias. Y es que sucede lo que ha sucedido siempre en este país: No se gestionan bien las prioridades. A mi juicio la primera prioridad tras estas elecciones es que las mayorías de izquierdas (por llamarlas de alguna manera) que han ganado las elecciones, formen gobierno, y luego ya se discutirán las diferencias con el gobierno formado. Pero con eso de la falta de ordenar las prioridades, a las mayorías de izquierdas les interesa primero asegurar no sé qué minúsculas prerrogativas como tener más o menos derecho a formar grupo en el parlamento, formar o no formar parte de la mesa regidora, reformar o no reformar la constitución, o hacer o no hacer referendums, que asegurar la posibilidad efectiva de poder gobernar para luego, en su caso, después de arduas y ardorosas discusiones, decidir sobre cada uno de esos aspectos. Precisamente eso es lo que ha estado a punto tumbar el proces catalán, las diferencias menores sobre quién va a ser o no el primer president. Si se hubieran ventilado esa imbecilidad desde el principio, asegurándose primero que forman un gobierno y declarar la independencia, ahora ya podrían estar discutiendo la fecha de las nuevas elecciones nacionales  para proceder a un cambio de president más acorde con las voluntades del poble (disculpen mi catalán ). Lo que te hace sospechar que en el fondo son unos timoratos, o peor, que los intereses declarados no son los intencionados y que estos obedecen, como ha sucedido siempre, más a acaparar minúsculas cuotas de poder local que satisfagan a los líderes temporales que a objetivos intemporales de auténtica proyección de futuro de una sociedad.
Y, bueno, las cosas no son tan sencillas, lo sé, como nos hacen creer a través de los medios de confusión informativa, los problemas crecen como hongos tras la lluvia cuando la realidad de la auténtica política se impone a la ideología de los buenos propósitos. Pero a veces a uno le gustaría que disimularan un poquito.

2 comentarios:

  1. El poder parece ser siempre la meta última. Un fin en sí mismo. Lo que venga después son solo medidas para mantenerse arriba. Una pena. En este lado del charco las cosas no son muy distintas.

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  2. Lo que es complicado es introducir nuevas formas de gestionar el poder que tienen que hacerse fuertes enfrentándose con las antiguas, maleadas, hechas a la trampa y el engaño. Los utopistas no tienen en cuenta esta dura lucha inicial que requiere o bien una cierta adaptación a los modos viejos -lo que lleva a perpetuar esos modos como inevitables- o una clara estrategia de enfrentamiento contra ellos. Ahora mismo "nuestro" grupo utópico, está desmoronándose no sé muy bien si por exceso de utopismo (ingenuidad) o falta de estrategias claras de sortear las trampas del poder establecido. Momento interesante, en cualquier caso.

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