martes, 21 de abril de 2015

Tecnologías

Si hemos de continuar nuestro viaje evolutivo es esencial que hagamos algunos avances igualmente (tan prodigiosos como los que hemos logrado en las tecnologías y en la investigación científica) prodigiosos en la consciencia. Debemos desarrollar la sabiduría que nos permita utilizar adecuadamente estos nuevos poderes, tanto para nuestro propio beneficio como para el de toda la vida (en la Tierra). Este es el desafío de nuestro tiempo.

Peter Russel, El agujero blanco en el tiempo.


Y sin embargo estamos retrocediendo. Limitando nuestra educación a los aspectos tecnológicos, orientada exclusivamente a dar una preparación para el mundo laboral y olvidando, relegando a la papelera de lo inútil, de lo improductivo, las enseñanzas llamadas humanistas. Aunque en realidad, en la escuela nunca ha habido un apartado para las enseñanzas del tipo que se alude en la cita, enseñanzas sobre nosotros mismos, sobre cómo somos y cómo controlarnos a nosotros mismos. Al parecer todos damos por sabido ese apartado, o todos consideramos que no hay nada que enseñar ahí, que ya somos como somos y nada más hay que hacer con eso, sino soportarnos. Y sin embargo existen tecnologías del comportamiento -la propia publicidad es un campo muy estudiado sobre el control del comportamiento- y hay muchísimos estudios que analizan y categorizan nuestro comportamiento, aunque todos nos creamos únicos en nuestra forma de ser y reaccionar ante los sucesos.
Se va volviendo cada vez más urgente que comencemos a avanzar en el desarrollo de las personas, explorar tecnologías que nos permitan comprendernos y mejorarnos, aunque solo sea para dar un mejor uso de esas tecnologías que van tan por delante de nosotros. No hace falta dar ejemplos de esto, basta con mirar el periódico y preguntarse cómo es posible que un solo hombre con crisis de auto estima pueda tirar abajo un avión cargado de pasajeros, o que con las tecnologías tan sofisticadas que existen, a nadie se le ocurra, en un puerto internacional de gran importancia, con mucho tráfico de todo tipo y cerca de litorales que dependen económicamente del turismo -y solo menciono lo que interesa económicamente, pues el medio ambiente no tiene, al parecer, ninguna repercusión económica inmediata-  cómo apagar un fuego en un barco y la mejor opción que se les plantea sea sacar el barco del puerto y enviarlo a alta mar, a que se hunda y derrame su combustible en otra parte que no se vea.

 Que los políticos encargados de plantear soluciones no tengan más preocupación que  hacerse con cantidades de dinero que van a ser incapaces de gastar en varias vidas es la nota de absoluta desesperanza.

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