Cuánto nos cuesta soltar lo que tenemos retenido y que es ya inútil por miedo a quedarnos vacíos. Por miedo a admitir que somos como todos, que no somos ese héroe mitológico que creemos íntimamente ser porque nosotros sí que somos sinceros, y eternos, en todo lo que prometimos. Y no es verdad. Lo digo y no quiero creerlo. Lo sé y no lo admito. Resignarnos a ser la poca cosa que sospechamos ser: NUNCA. Al menos nosotros, al menos nosotros sí. Pequeña hoguerita inútil que no nos calienta del frío. Se me resbala de las manos y aprieto más fuerte. Y ese nos engañoso detrás del que me oculto. Y ese recuerdo persistente de la imagen de una foto que se desvanece, que ya no veo con los ojos. Triste condición esta cordura sin vocación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario