¡De qué me sirves, débil cosa,
misteriosa construcción,
donde está mi alma recluida;
cuerpo mío, desesperante prisión!
¡De qué te vale este orgullo y este buen aire,
y los sentidos afinados y tan valientes,
si de obedecerme no sabes mucho,
y de contentarme nada!
¡De qué te vale sentirte maravilla
entre las maravillas de este mundo
si no puedes abarcar un esqueje de estrellas
con la angustia y el sudor de tu frente!
¡De que te vale este freno que no descansa,
y la comedia y los ropajes
si no puedes traducir con palabra y con danza
la sed inmensa que te mendigo por dentro!
¿De qué me sirves? ¿Cuándo sonará la hora
en que llegaremos a un mínimo acuerdo?
Insaciable, ambicioso, explora
acá el deseo, allá el recuerdo,
que, del campo de tus locas aventuras
retornes desolado y mudo,
funde la ilusión en las manos impuras,
la vergüenza estampada en la frente caída.
¿Por qué te he dado tantos ratos
cuidando de ti como de un enfermo
si nunca te das por satisfecho ni escarmentado,
soberbio y a punto de saltar?
De día y noche he vigilado mi viña
que no entren la zorra ni el cerdo
y tú rapiña que rapiña
para llenarte la cesta hasta hartarte.
La exigencia ni un momento acatas,
nunca sé si mi tesoro tengo bien seguro,
pasa el amor batiendo las alas
y también quieres acapararlo tú.
Un látigo por tu osadía
sean mis horas, mal sirviente
que intentas tomar categoría
y no sabes ser un instrumento.
¡Oh, se dice que no hay cordaje
más retorcido, ni damasco tan bien tejido
como este nuestro maridaje
bajo la farsa del vestido!
¡Y que no se suelta ni se destrenza
y que tengo soportarlo cada instante,
y hasta cuando me enojo mucho te mataría
pero no puedo, porque te quiero tanto!
Escucha; antes de que suene, irreparable,
la hora de la liberación,
trabaja, busca, carcasa miserable,
sírveme de verdad al menos una vez.
Exprime el jugo de las secretas rosas
no te detenga ni la miel ni el veneno,
rasga la fibra de las cosas
da igual si con el goce o con el sufrimiento,
no escatimes que yo no pondré impedimentos
para que te ajustes a mi aleteo,
pero, cuando más te necesito,
más inhábil y más cobarde te veo.
¡Ah, qué te pido si eres nuestra esclavitud
imposible de llevar por mejor suerte!
Busco huir y encuentro por guía
solo la pasarela oscura de la Muerte.
Franca solución a nuestra lucha
romper el vínculo que a mí te ata
y dejarte como una raíz vacía
que no me habrá servido para nada.
Roser Matheu 1892-1986
En traducción infame de este su servidor.
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