Atrapar los pensamientos libres y enjaularlos en cárceles de
palabras. Eso es escribir. Los pensamientos no son palabras, son una mezcla
indisoluble de imágenes, palabras, sensaciones, emociones, no es tan fácil
atraparlos simplemente en palabras, no es posible hacer una simple
traducción, lo que equivale a la
proyección de la sombra en el suelo de un objeto tridimensional en donde se
pierden todos los detalles y nos quedamos únicamente con el dibujo del perfil
del objeto original.
En todo caso, si persistimos
en querer expresarlos en ese medio inferior, restringido, en comparación, que son las palabras, habría que hacer una
recreación de ellos en este limitado ámbito. Esta recreación amplía y ejercita
para una nueva expansión las capacidades de expresión verbales y prepara, tal
vez, al ser humano, para conseguir un nuevo modo de expresión de sus pensamientos.
Las palabras son un instrumento muy básico de expresión que
inventaron los seres humanos para servir a sus necesidades perentorias de
comunicación de supervivencia. Pero tras las palabras surgió, estabilizadas ya
las sociedades, logrado algún tiempo de ocio, el mundo infinito de la
imaginación, de la fantasía, de los sueños. Entonces el Hombre trató de
expresar ese mundo fantásticamente complejo por medio del único instrumento
objetivo de comunicación de que disponía, las palabras, y ese fue el origen de
la literatura. Pero muy pronto las palabras se mostraron excesivamente
pragmáticas para conseguir traducir toda esa complejidad.
Traducir es trasladar una expresión de un lenguaje a otro
lenguaje, pero el lenguaje de la imaginación, del pensamiento, es inabordable
por el limitado número de combinaciones de letras de que disponemos, y algunos
convinieron en que la única manera de afrontar esa imposible tarea era eludir
la traducción y emprender una recreación de aquella expresión del pensamiento
en el estrecho ámbito de las palabras, esto es, la poesía.
La poesía es, pues, según esto, un ejercicio, una prueba de
la elasticidad de las palabras, una violentación de sus modestos propósitos
originales y una búsqueda de una nueva forma de expresión que se ajuste mejor a
ese nuevo ámbito de la realidad que ha surgido en el ser humano, que es la
imaginación, el pensamiento: la mente, en suma.
Lo mismo que la literatura, el resto de las artes, desde la
escultura y la pintura hasta la música y la danza, son lenguajes que se han ido
desarrollando como medio de expresión de todo eso que transcurre en nuestra
mente, y, al igual que las palabras, cada una de ellas se muestra
desalentadoramente limitada para ofrecer una expresión totalizadora. Pero
persistir en el desarrollo de estas, sin estancarnos en las formas actuales,
satisfechos del goce que obtenemos de ellas; integrarlas y afinarlas para que
se ajusten cada vez más a la expresión que pretenden comunicar, esa es la labor
de los artistas.
Así, el arte no
resulta un simple entretenimiento sino una búsqueda de la expresión del Ser del
futuro, el ideal de Hombre que debe trascender de este lastimoso ser animal en
que nos hemos atorado, y que, a mi juicio, debe ser un Ser esencialmente Mental,
más que racional, que, al fin y al cabo, la razón, es una instrumentalización
muy pobre de las capacidades mentales.
Restos que no encajaron
Canciones
Una canción es una mezcla de palabras y música, cada uno de
esos elementos aislados resulta, en muchos casos, muy pobre por sí solo, sin
embargo, entrelazados como una unidad, la canción mantienen un gran poder de
evocación y captación que cada uno de sus elementos, aisladamente, no acaba de
conseguir.
Cine y literatura
Lo mismo que ocurre con muchas películas que tratan de
reflejar el contenido de una novela, el esfuerzo resulta frustrado porque
intentan una simple traducción –y encima un resumen– de la inabordable
complejidad de una novela, que no se limita simplemente a la narración de una
historia, que, dependiendo de la pericia del autor, ya puede presentar, de por
sí, una gran dificultad de traducir a meras imágenes, sino a la cantidad de
evocaciones, emociones, relaciones con diferentes aspectos de nuestra propia
vida, que despierta en nosotros la lectura de esa novela, aspectos que ningún
guionista o director va a conseguir abordar en su conjunto, simplemente porque
cada uno tenemos nuestras propias claves.
Es por ello que la única forma de trasladar una novela al
lenguaje cinematográfico es la recreación, la reelaboración en imágenes de la
lectura que el propio creador cinematográfico hizo de la novela. Cualquier otro
intento de traducción plano queda simplemente como una banalización del
original, como copiar las letras sin saber leer.
Interesante ensayo. Te pregunto: ¿es el arte la casa del Ser?
ResponderEliminarNo, no es el arte la casa del Ser en tanto que ser-siendo. Es sin embargo la puerta de la expresión del Ser-por venir.
ResponderEliminarGracias por su respuesta, maestro.
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