domingo, 18 de mayo de 2014

Pensamientos y Palabras

Atrapar los pensamientos libres y enjaularlos en cárceles de palabras. Eso es escribir. Los pensamientos no son palabras, son una mezcla indisoluble de imágenes, palabras, sensaciones, emociones, no es tan fácil atraparlos simplemente en palabras, no es posible hacer una simple traducción,  lo que equivale a la proyección de la sombra en el suelo de un objeto tridimensional en donde se pierden todos los detalles y nos quedamos únicamente con el dibujo del perfil del objeto original.
 En todo caso, si persistimos en querer expresarlos en ese medio inferior, restringido, en comparación,  que son las palabras, habría que hacer una recreación de ellos en este limitado ámbito. Esta recreación amplía y ejercita para una nueva expansión las capacidades de expresión verbales y prepara, tal vez, al ser humano, para conseguir un nuevo modo de expresión de sus pensamientos.
Las palabras son un instrumento muy básico de expresión que inventaron los seres humanos para servir a sus necesidades perentorias de comunicación de supervivencia. Pero tras las palabras surgió, estabilizadas ya las sociedades, logrado algún tiempo de ocio, el mundo infinito de la imaginación, de la fantasía, de los sueños. Entonces el Hombre trató de expresar ese mundo fantásticamente complejo por medio del único instrumento objetivo de comunicación de que disponía, las palabras, y ese fue el origen de la literatura. Pero muy pronto las palabras se mostraron excesivamente pragmáticas para conseguir traducir toda esa complejidad.
Traducir es trasladar una expresión de un lenguaje a otro lenguaje, pero el lenguaje de la imaginación, del pensamiento, es inabordable por el limitado número de combinaciones de letras de que disponemos, y algunos convinieron en que la única manera de afrontar esa imposible tarea era eludir la traducción y emprender una recreación de aquella expresión del pensamiento en el estrecho ámbito de las palabras, esto es, la poesía.
La poesía es, pues, según esto, un ejercicio, una prueba de la elasticidad de las palabras, una violentación de sus modestos propósitos originales y una búsqueda de una nueva forma de expresión que se ajuste mejor a ese nuevo ámbito de la realidad que ha surgido en el ser humano, que es la imaginación, el pensamiento: la mente, en suma.

Lo mismo que la literatura, el resto de las artes, desde la escultura y la pintura hasta la música y la danza, son lenguajes que se han ido desarrollando como medio de expresión de todo eso que transcurre en nuestra mente, y, al igual que las palabras, cada una de ellas se muestra desalentadoramente limitada para ofrecer una expresión totalizadora. Pero persistir en el desarrollo de estas, sin estancarnos en las formas actuales, satisfechos del goce que obtenemos de ellas; integrarlas y afinarlas para que se ajusten cada vez más a la expresión que pretenden comunicar, esa es la labor de los artistas.
 Así, el arte no resulta un simple entretenimiento sino una búsqueda de la expresión del Ser del futuro, el ideal de Hombre que debe trascender de este lastimoso ser animal en que nos hemos atorado, y que, a mi juicio, debe ser un Ser esencialmente Mental, más que racional, que, al fin y al cabo, la razón, es una instrumentalización muy pobre de las capacidades mentales.






Restos que no encajaron

Canciones

Una canción es una mezcla de palabras y música, cada uno de esos elementos aislados resulta, en muchos casos, muy pobre por sí solo, sin embargo, entrelazados como una unidad, la canción mantienen un gran poder de evocación y captación que cada uno de sus elementos, aisladamente, no acaba de conseguir.

Cine y literatura

Lo mismo que ocurre con muchas películas que tratan de reflejar el contenido de una novela, el esfuerzo resulta frustrado porque intentan una simple traducción –y encima un resumen– de la inabordable complejidad de una novela, que no se limita simplemente a la narración de una historia, que, dependiendo de la pericia del autor, ya puede presentar, de por sí, una gran dificultad de traducir a meras imágenes, sino a la cantidad de evocaciones, emociones, relaciones con diferentes aspectos de nuestra propia vida, que despierta en nosotros la lectura de esa novela, aspectos que ningún guionista o director va a conseguir abordar en su conjunto, simplemente porque cada uno tenemos nuestras propias claves.

Es por ello que la única forma de trasladar una novela al lenguaje cinematográfico es la recreación, la reelaboración en imágenes de la lectura que el propio creador cinematográfico hizo de la novela. Cualquier otro intento de traducción plano queda simplemente como una banalización del original, como copiar las letras sin saber leer.

3 comentarios:

  1. Interesante ensayo. Te pregunto: ¿es el arte la casa del Ser?

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  2. No, no es el arte la casa del Ser en tanto que ser-siendo. Es sin embargo la puerta de la expresión del Ser-por venir.

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