miércoles, 26 de febrero de 2014

Conócete a ti mismo

Pero la verdad se haya conexa con los intereses del individuo, no solamente con respecto a su orientación en el mundo exterior; también su propio vigor depende en gran medida del alcance del conocimiento verdadero que posea acerca de sí mismo. Las ilusiones sobre la propia persona quizá puedan representar muletas útiles para aquellos que no están en condiciones de caminar solos; pero, sin duda alguna, aumentan la debilidad del individuo. Su máximo vigor se funda en el más alto grado de integración de la personalidad y esto significa también máximo grado de transparencia para sí mismo. El “conócete a ti mismo” constituye uno de los fundamentales mandamientos capaces de asegurar la fuerza y la felicidad de los hombres.

  (Erich From en El miedo a la libertad)

Y sin embargo, ¿conocerse a sí mismo es factible desde uno mismo? ¿Cómo saber desde mí mismo si lo que creo que soy lo soy o lo estoy simulando? ¿Cómo descubrir aspectos de mi ser, de mi comportamiento, ocultos a mi conciencia de mí por excesivamente habituales? Conocerse a sí mismo no puede completarse desde uno mismo, me parece a mí. Uno necesita una mirada externa que te explique el color y el estado de tu fachada externa que tú, desde tu ventana no eres capaz de percibir.
Pero, ¿el reflejo que nos da el otro es fiable? El reflejo que nos ofrece el otro no es especular -entendiendo por especular el reflejo "puro" que nos devuelve un espejo- es también un reflejo de nosotros en su reflejo de sí. En la mirada del otro, en lo que el otro nos dice de nosotros podemos conocer tanto y tan  poco de nosotros como como del otro. Necesitamos de un otro que conozcamos hasta el punto de poder discriminar cuando, al hablarnos de nosotros, nos está hablando de nosotros y no de él mismo.
Creo haber leído en algún texto, tal vez de René Guenón, que en los ritos  iniciáticos de cualquier confesión, debe existir un maestro. Extendámoslo al todo, en cualquier aprendizaje -incluido el de uno mismo- debe existir un maestro, que precisamente nos eleve por encima de estos meandros del pensamiento íntimo. Pero el Maestro nos llevará por su camino, y debemos confiar en él y en que, en el momento justo, nos dejará de nuestra propia mano para continuar progresando.


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