lunes, 27 de enero de 2014

Vivir es esto


Hoy me he despertado con el descubrimiento de que he vivido toda la vida esperando (Esperando a los bárbaros, Esperando a Godot), a que pase algo, y por fin encajo esa otra sensación de desilusión de vivir que tengo permanentemente, que no es más que la sospecha de que nada va a pasar. Mi constante sensación de provisionalidad, mi no darle excesiva importancia a nada, es debida a ese esperar indefinido. Mi sensación de no saber vivir, tantas veces repetida de una manera u otra, y esa impotencia de no estar en el secreto de todos, no poder compartir esa forma suya de simplemente vivir, ese sentirme siempre desplazado, incapaz de formar parte de todos, de entrar a ese Castillo kafkiano que son para mí los otros. El secreto que ellos saben y que yo no sé es que no va a ocurrir nada, no hay nada que esperar. Vivir solo es esto. Eso que hacen mis compañeros de trabajo y que a mí me sorprende tanto que lo hagan con esa entrega, eso que hacen los espectadores de televisión y que les llena tanto con programas tan estúpidos como Sálvame o las telenovelas, los políticos con su ciega entrega al medro personal y a la acumulación de bienes para sentirse a salvo del caos que ellos mismos, con su comportamiento, extienden por todas partes; los jóvenes protestatarios con sus utopías acerca de la posibilidad de un mundo mejor. Lo que hacen los escritores y su proverbial ego personal, y los poetas que admiro tanto porque son los únicos con los que me siento en comunidad y que a pesar de ello, en su vida corriente, más acá de la poesía, han sabido vivir y hacer sin esperar a nada, y mis amigos con sus ilusiones que trato de compartir, y mi mujer y sus preocupaciones caseras que yo eludo por miedo a enfrentarme a ellas y que me distraigan de mi espera y de mis lecturas, y mi hija con su timidez y su no saber pero que sigue andando pasito a pasito y hasta mi perro con sus tres salidas diarias y su detenerse ante los pasos de peatones, para que cambiemos la ruta, que también se harta de dar vueltas y vueltas al parque. Todos. Hasta yo mismo cuando no pienso en qué y por qué hago lo que hago, sino que lo hago y me sumerjo en el simple hacer. Nadie espera nada, todos hacen y viven y me miran, muchas veces, como el tipo raro que soy, o que me hago, porque no entienden mi extraño comportamiento, mis quejas completamente injustificadas dada la envidiable vida que he llegado a adquirir a fuerza de vivir a tientas, mi bobería, mi pereza.

1 comentario:

  1. Es tan simple y tan complejo como dejar de pensar en "esperar". Para ello habría que aprender a liberarse de los pensamientos (todos, sin excepción).

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