miércoles, 29 de enero de 2014
Lucecitas de mi historia personal que se apagan
Ayer murió Blas Piñar y también murió -o supe que se había muerto- Pete Seeger.
Blas Piñar era “el último líder fascista”, un personaje trasnochado de la época franquista, de los que gustaba llevar todavía -a la altura de los años ochenta y más allá- camisas azules y alzar el brazo para cantar el Cara al Sol. También era uno de los que daban a nuestro parlamento un cierto interés del que carece absolutamente en la actualidad, aquel parlamento que tenía también a Anguita, a Sagaseta del que todo el mundo se reía por su excesiva pasión al hablar, era un espectáculo, porque había discusión, no simple palabrerío propagandístico, que en ocasiones comentábamos en el instituto, sentados en la escalera a la hora del recreo.
Pete Seeger era uno de esos cantantes profundamente comprometidos con las ideas de izquierda, también profundamente trasnochado, con sus alzamientos de puño, su constante mención a la causa obrera, a la lucha sindical, y con un lenguaje muy sentimental y compasivo con el obrero oprimido por la avaricia del patrón, pero todo eso en Estados Unidos, lo que siempre me pareció un mérito añadido.
Lo siento como mi historia. Y siento que son como luces que se van apagando. Una vez alguien mencionó ese hecho fronterizo de la Historia que es cuando mueren los últimos testigos directos de ella. A partir de ahora se ha terminado su vida y empieza su biografía. Pero con su muerte también, en la parte en que ellos fueron testigos, terminan sus historias, y comienza la Historia.
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Me ha gustado mucho esa reflexión sobre la historia tan bien traída por la muerte de estas dos personas.
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