lunes, 4 de noviembre de 2013

Loa a la inerte obstinación de la piedra en no apartarse del camino.

 El Hombre es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra


Mi teoría es que el Hombre no se tropieza la segunda vez con la piedra por estulticia o indiferencia ante las cosas del mundo, sino por soberbia. Para él es inconcebible que la piedra, tras el primer percance, no se haya apartado voluntariamente del camino, humildemente consciente de su error, al interponerse entre el Hombre y su destino.
La primera mitad de la frase definiría perfectamente al Hombre: “El Hombre es el único animal”, entendiendo por “animal” la acepción peyorativa de bruto, ser bárbaro que carece de las características de bondad y racionalidad que el Hombre se atribuye. Pero aún podemos reducir más la frase y quedarnos con que el Hombre es único. Y esta unicidad se la confirma el resto del aforismo puesto que lo destaca a él como único que comete dos veces la misma acción estúpida, sin aprender de su experiencia, cosa que, presume el dicho, no hacen los animales, que obran sujetándose más estrictamente a un comportamiento mecanizado y por lo tanto más regular. Esta irregularidad del Hombre es la que le hace estar propenso a mayor número de errores y es precisamente por esta causa que resulta un animal, un bruto, un torpe, puesto que el resto de animales obran por instinto y siguiendo unas reglas prefijadas de convivencia en un ecosistema que les ahorra muchísimos errores y esfuerzos de repeticiones; salvo excepciones, que también resultan naturales, pues la naturaleza es un sistema en continua evolución que aplica un esquema de prueba-error, aunque a una escala muy superior a la del individuo.  En este esquema, el Hombre, en su continuo propósito de desgajarse de la naturaleza, precisamente por la parte de su individuación,  está constantemente oponiéndose a las sujeciones que ella le impone, rompiendo con ello el equilibrio y poniendo en peligro al sistema completo. Y esto lo hace sin tener un sistema alternativo al que acogerse, sino de por sí, alzando su imperfecta razón, aún en fase de desarrollo y de comprensión por parte del propio Hombre de los mecanismos que la conforman, como garante de ese nuevo equilibrio que pretende imponer, con él como centro y señor.
Aludimos a la soberbia del Hombre de creerse al margen de la naturaleza que lo ha engendrado y creo que la frase completa también podría interpretarse en ese sentido si, burlonamente, hacemos notar que se presta demasiada atención a la acción u omisión del Hombre al tropezar varias veces con la misma piedra y no prestamos atención a la piedra en sí y su orgullosa obstinación en no apartarse del camino del Hombre, a pesar de que sabe que éste va a volver a pasar por allí. Podríamos, darle la vuelta al refrán y decir que “La piedra es el único ente  que se atreve a interponerse dos veces en el camino del Hombre”, tal vez porque es el único que sobrevive después de ello.

1 comentario:

  1. Interesante y compleja reflexión. Aquí te ha salido inevitablemente el filósofo que llevas dentro. Sin duda coincidimos en los puntos más fuertes: soberbia, alejamiento de la naturaleza, cierta irracionalidad del ente supuestamente más racional sobre la tierra.

    Me ha gustado mucho esa capacidad tan tuya de darle le vuelta a las cosas, o a las frases hechas y refranes.

    Hay que ver cuánto juego dan las cosas cuando les damos la vuelta a como estamos acostumbrados a verlas.

    Te sugiero que continúes este método, que tantos buenos resultados le ha proporcionado a Juan José Millás, por ejemplo, y que sigas dándoles la vuelta a frases del tipo "todo depende del color del cristal con el que se mire", o "el hombre es la medida de todas las cosas" de Protágoras. ¿No será que a los cristales les gusta confundir a los seres humanos con su peculiar deformidad de su óptica o que las cosas se dedican a medir con distinto rasero al hombre que las contempla? Me has dado una idea importante. Puede que yo también me anime a escribir algo así.

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