viernes, 21 de junio de 2013

Acabar con la inanidad de nuestras vidas

Don Julio, un personaje de la novela Caballeros de fortuna, de Luís Landero se consideró toda su vida un ser inane hasta un día en que, paseando por Madrid, al pasar junto a un kiosco, leyó al azar tres palabras: Aquiescencia, postrimerías, y señero. Se puso a considerar su inanidad a partir del hecho de que él, en su vida, no había tenido ocasión de emplear ninguna de esas palabras. Entonces observó un tumulto frente al palacio de Correos, al otro lado de la Cibeles, y se acercó a ver qué ocurría. Se trataba de un accidente de auto, y las dos parejas de cada vehículo discutían airadamente culpándose uno al otro ante un público más interesado en las posibilidades de desarrollo violento del espectáculo que en su aclaración de responsabilidades. Don Julio se sumó a los espectadores hasta que, según él, un impulso incontrolado le hizo dar un paso y pronunciar una sentencia lapidaria: 
"Aquiescencia, señores, en las postrimerías de un siglo señero".
Aquello provocó un inmediato efecto apaciguador entre las partes, que lo miraron sorprendidos, y, tal vez, avergonzados. Superada la estupefacción, y frustradas las expectativas, el público se fue alejando y los contendientes se avinieron a un dialogo sereno mientras don Julio, no menos sorprendido del efecto que sus palabras había provocado, se distraía con el vuelo de unas palomas y la percepción del entorno como si en ese instante se hubiera detenido remarcando su simbolismo. A continuación se alejó del lugar consciente de que un hecho importantísimo acababa de acontecer en su vida: había erradicado la inanidad.

1 comentario:

  1. Erradicar la inanidad apelando a la aquiescencia en las postrimerías de un siglo señero.

    Si los límites de nuestro mundo son los de nuestro lenguaje, cada palabra nueva amplía nuestro mundo, amén de erradicar la inanidad.

    Ampliemos nuestro lenguaje, pues.

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