domingo, 12 de mayo de 2013

Me morí otra vez


Subí el domingo por la mañana a recoger las manzanas del suelo. Iba desganado, no me decidía a empezar la tarea de recoger todas las manzanas de una vez, que ya están definitivamente maduras, y había decidido limitarme a recoger las que habían vuelto a demostrar la ley de la gravedad.
Mientras lo hacía me metí un par de ellas en el bolsillo para comérmelas tranquilamente sentado observando el horizonte. Agarré mi navaja y les pegué cuatro cortes y ahí me puse a masticar tranquilamente cuando de repente va y aparece mi padre por allí.
Era mi padre, el de toda la vida, caminando apaciblemente, casi con despiste, apenas me saludó; vamos, mi padre el de siempre. Pero mientras masticaba me vino a la mente lo imposible del caso. Mi padre estaba en su casa encogido en una cama sin apenas capacidad para hablar y perdiendo cada dos por tres el tino en llamadas a su madre, a mi madre y todo dios de su vida que ya había muerto.
En ese momento me dio un ramalazo de pánico pero conservando la tranquilidad como si su aparición allí compartiera las dos naturalezas, la de lo imposible y la de lo absolutamente real. No obstante le pregunté:
-¿Pero tú qué demonios haces aquí? ¿Es que ya te moriste?
-Me temo que no –me dijo, tranquilamente, y añadió- oye, qué abandonado me tienen esto.
-Sí, es que últimamente estoy algo perezoso, me voy a limitar a recoger las manzanas y hacer algo de sidra, o vinagre de sidra, lo que salga. A ver si recupero las ganas de plantar algo. Pero, insisto, si no te has muerto, ¿qué demonios haces aquí?
-Me temo que no soy yo el que se ha muerto, Riforfo
-Pues entonces no entiendo nada. Porque si no te has muerto… anda, ¿me habré muerto yo?
-No era mi intención decírtelo tan claramente, pero creo que sí. Al parecer la manzana que te acabas de comer tenía no sé qué veneno, que tu hermano ha estado echando por ahí a ver si salvaba algunas y…
-Vaya por dios, ¿así que te he adelantado, eh? ¿Pero tú cómo has conseguido salir de tu cuerpo?
-No lo sé. Hace un tiempo que lo hago. Aunque mi cuerpo está por allí, yo me doy unos paseos curiosos. Ya he saludado a tu madre, a tus abuelos y a todos. Están esperándome ansiosos, pero no consigo despegarme de ese cuerpo que me retiene vaya usted a saber por qué.
-Coño, pues me coges de sorpresa. No estaba preparado para esto. Aún esperaba durar unos añitos.
-Sí  que estabas preparado. Me lo han dicho. Que no me preocupara. Que te lo dijera sin muchas perífrasis porque estabas preparado.
-¿Te lo dijeron, quienes?
-No sé. Les llaman los Sabios. También he hablado con ellos. De hecho me encargaron que estuviera aquí para cuando ocurriera.
-Y aquí estás. No cabe duda. Oye, ¿Y ahora qué?
-Pues ahora tendrás que despedirte de los tuyos y luego irás a hablar con ellos, con los Sabios, para que decidas junto a ellos qué vas a hacer a continuación. Si quieres volver o lo que sea.
-¿Así que puedo volver? La verdad es que muchas ganas no me quedan de repetir. Aunque muchas cosas pendientes dejo por aquí debajo. Vivir por ejemplo.
-¡Qué exagerado eres!,  claro que has vivido, lo que pasa es que siempre has sido un insatisfecho y un flojo para romper tus insatisfacciones.
-¡Coño, qué sabio te me has vuelto en esta… dimensión!
-Siempre he sido un poco sabio.  Por eso soy tu padre.
-No sé yo. Muchos padres hay por ahí que solo sirven para carne picada.
-Esos no son padres, quiero decir, aunque hayan tenido hijos no son padres.
- Pues los hijos los tienen igual. Y bastante daño que causan a corto y a largo plazo.
-Cosas de aquí debajo. Nosotros no nos metemos.
-Bueno, tú todavía sigues aquí. El que está allí soy yo.
-Ah, es verdad. Bueno, digamos que tengo una pata en cada lado.
-Digámoslo.
-Por cierto. A ver cuándo vas a verme que lo noto que te estás haciendo el longuis.
-Sí. No me gusta verte en ese estado.
-Coño, pero hace falta ver a alguien, sentir un poco el afecto de los seres queridos.
-Lo sé, lo sé.
-Que ya sé que tampoco es que me tengas mucho afecto, el que te sientes obligado a tener nada más.
-Oye, ¿por qué dices eso? Que siempre te he tenido mucho respeto, y he cumplido en lo que he podido.
-Sí, eso sí, cumplir has cumplido. Pero afecto, lo que se dice afecto… Que ahora tengo superpoderes, chico, ya no puedes ocultarme nada.
-Vale, supongo que tengo otras prioridades. Al fin y al cabo tú te me has sido impuesto. Y, coño, si vamos a hablar, digámoslo todo, tampoco tú es que te hayas destacado en lo del afecto.
-A mí nadie me enseñó…
-No me vengas con esas otra vez, tío. Siempre has sido un despegado y además muy poco sensible a lo que sentían los demás. Pero no convirtamos esto en un intercambio de reproches, coño, que es un momento importante en mi vida, me acabo de morir.
-Es cierto. Por cierto, tengo que advertir a tu hermano, no sea que se aparezca por aquí y se lleve un susto morrocotudo.
-Hombre, se lo merece el cabrón, por bruto.
-Es que como hacía tanto que no venías por aquí, él pensó que no era necesario.
-Cómo tanto, dos semanas y porque estuve malo y además había obras en casa ¿Y tú cómo lo sabes, es que también lees el pensamiento de la gente?
-¿No te digo que tengo superpoderes?, lo que pasa es que no puedo utilizarlos porque tengo el cuerpo ese tirado allí en la cama. Ay, si esto me hubiera cogido más joven, iba a estar gozándola.
-Pues has tenido más suerte que yo, al parecer. Yo me he muerto más pronto y del zapatazo.
-Bueno, ahora podrás empezar de nuevo. Y con más sabiduría. ¿Qué vas a hacer?
-Pues no sé. Esto  es una putada. Aunque, ya que es inevitable, a ver qué pasa.
-Esa es la actitud. Oye, me voy. A ver si pillo a tu hermano antes de que se suba al coche, o tenemos un accidente como me le aparezca mientras está conduciendo, que es más torpe el tío.
-Vale.
Y que así fue como me morí. Me levanté de donde estaba sentado y aún seguía sentado. Y me puse a caminar y el perro estaba conmigo se puso a ladrarme como si me viera. Y me miraba a mí y miraba a mi cuerpo y más ladraba confuso. Hasta que le di una orden y se calló y se sentó.  No podía hacer otra cosa así que lo dejé allí confiando en que no se iba a escapar y me fui caminando a casa. Como un idiota me puse a caminar hasta que después de un buen rato me di  cuenta de que no me hacía falta, bastaba con pensar adónde quería ir y allí estaba. Pluf, ya estaba en casa. ¿Y ahora qué? A ver cómo se lo cuento esto en casa.

7 comentarios:

  1. Entre mordisco y mordisco morimos, recordamos, revivimos.

    ES que sépanlo, la manzana siempre ha acuñado superpoderes en la historia. la discordia, el pecado, la gravedad... Y la vida y la muerte.

    Muy bueno, Aquileana ;)

    Recordar; Decálogo Seis en el blog; ya disponible. Espero que pases; Capitán ;)

    ResponderEliminar
  2. Entre los superpoderes de la manzana has olvidado la sidra, el mejor de todos. ¡Eh!, no te hace falta avisarme, que estoy al tanto. Pero si de camino me haces comentarios, entonces sí, avísame, que vistes de etiqueta mi blog.

    ResponderEliminar
  3. Empezar otra vez...es tentadora la idea. Encima con más sabiduría. ¿Qué más se puede desear? ¿Haber vivido? si mueres es porque viviste, Riforfo.

    ResponderEliminar
  4. Empezar otra vez sabiendo y poder tomar caminos distintos. ¿Quién no apostaría por eso? Tal vez tampoco sea tan malo morirse insatisfecho de lo que se ha vivido...si uno creyera que tiene otra oportunidad

    ResponderEliminar
  5. La cruz, espeluznante imagen de una religión horrorosa. Es nuestra cultura, estamos acostumbrados, pero imaginen que la religión X, de la otra punta del mundo, tuviera como símbolo un tipo colgando de una horca, sacrificado por sus seguidores. ¡Menuda gracia! ¡Qué espanto! Si quieres hacer algo, vive por mí, pero morir, no te lo voy a agradecer, chavalín. Basta de regodeos en la muerte de una puñetera vez. Tenemos toda la jodida eternidad para estar muertos. No hay prisa por llegar ahí. Morirse es lo más normal del mundo, lo han hecho millones de tíos en millones de años. No le demos más vueltas, aquí estamos de alquiler, no somos propietarios de nada. A vivir con la sonrisa que podamos y listo. No te mueras otra vez Riforfo, que cansas. Vive, pedazo de mamón. Sé feliz, y al que le moleste, QUE SE JODA.
    Si a alguien le molesta que seas feliz, es que no te ama. QUE LE DEN

    ResponderEliminar
  6. No sé a santo de qué viene este comentario, pero, ¡oiga!, que a uno le comente un autor de obras tan monumentales como el Lazarillo de Tormes o Las Andanzas del Cid, un autor capaz de escribir obras maestra en múltiples lenguas (Las Mil y una noches, en árabe, El Cantar de Roldán, en francés, o Dick Turpin, en ingéls,amén de otras en ignotas lenguas como el Código de Hamurabi), en fin, ¡qué es todo un honor!, cualquiera que sea la intención de su comentario.

    ResponderEliminar