Svidrigáilov dice: la verdad es mucho más difícil que la mentira, porque basta que un mínimo gesto, una ligera inflexión parezca delatarte para que toda la veracidad se derrumbe, y el otro, la otra, desconfíe de cuanto has dicho. En cambio, por muy exagerada, por muy falsa que suene una lisonja, el destinatario siempre creerá que detrás de todo ese decorado alienta una pequeña verdad subyacente.
O sea que volvemos a nuestra reciente afinidad fílmica: "No invocar el nombre de Dios en vano" o sea "no invocar a Dios, jurando por él cuando se está mintiendo"... ¿No sería un contrasentido?.
ResponderEliminarToda esta liturgia de la palabra empeñada, todo este ritualismo de no cruzar los dedos, etc...
Todo... ¡Para que un ínfimo desliz gestual patentice con burda evidencia la blasfemia de la mentira1.
Pero... es así.
Por mi parte confirmo que cuando miento, los presentes (interlocutor, figura de autoridad quien fuera)... Lo notan. Mis gestos llevan el signo inequívoco de mis pensamientos, inherentes a la acción.
Igualmente, hay buenos mentirosos, tampoco creamos que la mentira se devela con clara transparencia.
Hay que estar acostumbrado a decir la verdad, para que descubran cuando uno miente...
Un gran saludo, Capitán y gracias por tus comentarios en "Decálogo"; Siempre es un gusto charlar con vos,
Aquileana ;)