Porque los hombres habitualmente no razonan obedeciendo a las leyes de la razón. Al contrario: su manera innata y general de ser razonables es la siguiente: ir de lo particular a lo general, sacar conclusiones erróneas de acontecimientos percibidos de forma fugaz y unilateral, y confundir constantemente las palabras con los conceptos, y los conceptos con las cosas. En los acontecimientos más frecuentes y más importantes de la vida, la gran mayoría –digamos el 999 por 1000– basa sus juicios en las primeras impresiones sensoriales, en los prejuicios, pasiones, caprichos, fantasías, humores, combinaciones fortuitas de palabras y representaciones en sus cerebros, aparentes similitudes y sugestiones secretas procedentes de la toma de partido por ellos mismos, todo lo cual hace que a cada rato tomen por caballo el propio asno y por asno el caballo de otro hombre. De los mencionados 999 hay por lo menos 900 que para todo ello ni siquiera necesitan sus propios órganos, sino que, a causa de una inercia inconcebible, prefieren ver erróneamente a través de ojos ajenos, oír mal por medio de oídos ajenos, ponerse en ridículo sirviéndose de la ignorancia ajena, en vez de, a falta de algo mejor, hacer todo esto por sus propios medios. Para no hablar de ese porcentaje considerable de los 900 que se habituaron a hablar de mil cosas importantes en un tono importante sin tener siquiera noción de lo que dicen y sin preocuparles ni un segundo si lo que dicen tiene o no sentido.
jueves, 28 de marzo de 2013
Arno Schmidt
De Los hijos de Nobodaddy - Espejos Negros
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