sábado, 30 de marzo de 2013

Aquiles y la tortuga II La lata

Recreación de la última escena de la película. (Me lo invento todo menos la situación, que está en la película)

Lata o arte



Está sentado en medio de los puestos del mercadillo. Junto a uno de artesanía del cuero y otro de pintura sobre telas. Está sentado en el suelo con las piernas cruzadas y ante él un cajón de frutas, como los que se encuentran en los contenedores de basura del mercado cercano, cubierto con un  paño blanco y sobre el paño una lata de refresco muy deteriorada por la herrumbre. Delante de la lata hay un papelito que se sostiene en pie por un doblez y que pone:
20€
La gente pasa por delante y lo mira extrañado. Algunos se burlan. El tipo no mira a nadie. Sentado detrás de su caja con la mirada perdida.  Una pareja se detiene y ella mira interesada. Medio en broma medio en serio suplica al muchacho que compren la lata.
 -¡Es una lata vieja!
-Pero tiene… algo, no sé.
-Yo te busco una lata vieja por ahí, allí mismo tenemos una papelera, seguro que hay.
-Pero no como esa, seguro que no.
Entonces el chico le habla al hombre sentado.
 -¿Veinte euros por una lata oxidada?
-No es una lata oxidada, es una obra de arte.
-No es una obra de arte, es una lata oxidada y bastante vieja a juzgar por el aspecto.
-No sea idiota. No vaya a pagar veinte euros por una lata vieja.
-No pensaba hacerlo.
-Si no es capaz de ver nada más que una lata vieja, será mejor que se gaste su dinero en otra cosa.
-¡Vamos a comprarla! –dice ella–, me gusta cada vez más, la quiero. Si no la compras tú, la compro yo.
-Yo no compro una lata oxidada a veinte euros. Si este hombre quiere que le regale veinte euros se los doy. No me importa darle veinte euros. Pero no pienso “comprar” una lata oxidada por veinte euros.
-No estoy pidiendo limosna. Vendo mi arte. Si no está comprando mi arte no quiero su dinero –replicó el hombre, en un tono molesto.
La chica y el muchacho se enzarzaron en una discusión en un tono discreto, apartándose un poco.  El chico se acerca sacando la cartera.
-Está bien, le doy cinco euros por la lata.
-No vale cinco euros, vale veinte euros. Lo dice bien claro en el cartel.
El joven se vuelve hacia la chica, su gesto es de impotencia-rabia. Ella insiste, él no acaba de decidirse.
Unas señoras pasan y se ponen a observar. Una de ellas, escandalizada, dice en voz alta “¿Veinte euros por una lata oxidada? ¡Ese hombre está loco!”. El chico mira a la chica con cara de “¿lo ves?”, pero ella insiste.
-Me niego, no pienso comprar una lata rumbrienta por veinte euros –Ella hace un mohín de enfado. Él tira de ella apartándola del lugar, ella se deshace de su mano en un gesto brusco. Las viejitas miran un rato y siguen de largo. Algunos curiosos que también se han parado en la distancia miran al vendedor y su lata y hablan entre sí.

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