sábado, 12 de enero de 2013

Cita a ciegas



Se citaron a la puerta del cine. No se conocían. Y olvidaron convenir un método de reconocimiento. Él estaba apoyado junto al ascensor, leyendo un libro. De vez en cuando levantaba los ojos y echaba un vistazo alrededor. Ella estaba junto a las taquillas. Miraba a la cara a todo el que pasaba y si hacía un gesto de reconocimiento le preguntaba, ¿eres R.? Unos le respondían que no, simplemente. Otros intentaban aprovechar la ventaja, "soy quien tú quieras". Y alguno huía hacia la otra ventanilla sin responder, mirándola con ojos de loco, que es como se mira a los locos cuando nos sentimos atacados por ellos. Por fin, él dejó de leer y se acercó a ella. Soy yo, dijo simplemente. Ella lo miró, luego miró hacia el lugar que él acababa de abandonar cerca del ascensor. Luego volvió a mirarle y su rostro se volvió roja de ira. Le pegó un bofetón electrizante, que hizo que a él se le virara la cara y se le cayera el libro. Después se marchó a toda prisa. Él quedó con una mano apoyada en la mejilla golpeada. Cuando ella desapareció, recogió el libro de las manos de una anciana que se lo tendía pacientemente, sonriendo. Gracias. ¿Tú eres R.? Yo soy Ami. Su cara de dolor se transformó en asombro. Volvió a mirar hacia el lugar por donde había desaparecido la chica. Miró a la anciana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario