martes, 4 de diciembre de 2012

Guilty of Romance - Sion Sono

 
Izumi Kikuchi. A punto de cumplir los treinta años. Recién casada con Yukio Kikuchi, autor de prestigio. Quiere mucho a su marido. Este es un hombre muy disciplinado. Cada mañana sale de casa y no regresa hasta las nueve de la noche. Su horario es estricto y sus costumbres muy rígidas. Las zapatillas están colocadas, por Izumi, justo donde van a caer sus pies cada mañana al levantarse de la cama. Las zapatillas quedan al borde de la puerta cuando se marcha, después de despedirse discretamente de Izumi, ella les da la vuelta y las alinea para que cuando regrese por la noche solo tenga que descalzarse y enfundar los pies. Luego se tomará el té que está en su punto de temperatura y sabor, y Yukio le dedicará un halago por ello. Cenarán juntos, él leerá sentado en el sofá mientras ella, a su lado, lee o mira la televisión. Por las noches se acuestan y él duerme, ella vela porque tiene insomnio.
Sus amigas se burlan un poco de ella, después de manifestarle su admiración por la maravillosa casa que posee y por la fama de su marido, al enterarse de que no lo ve en todo el día, no comen juntos, no hay prácticamente relación. Alguna vez él sale del baño y después de reprenderla por haberle cambiado el jabón, no le gustan los jabones japoneses, le permite admirar su cuerpo y, ocasionalmente, tocarle el pene.
Izumi está insatisfecha y comienza un diario. “Tengo que hacer algo antes de cumplir los treinta. Dejaré de escribir este diario cuando deje de tener insomnio”. Tras recibir la aprobación de Yukio comienza a trabajar en un supermercado, de promotora de productos. Pero el jefe no está satisfecho, no consigue atraer la atención de los clientes.
Entonces aparece una mujer que la insta a que se haga modelo. Le da una cita. Izumi acude, pero es una trampa. En realidad se filma una película pornográfica. Izumi lo acepta después de luchar contra sus remordimientos. Empieza a tomar posesión de sí misma. Acepta la belleza de su cuerpo. Acepta ese poder que tiene, esa fuerza que antes desconocía. En el supermercado su actitud cambia. El jefe la felicita por lo atractiva que la encuentra. Su marido le nota un brillo especial. Izumi también nota en su interior esa fuerza que la impulsa a echar un polvo con un cliente del supermercado. Ha cumplido treinta años.
Su actitud ha cambiado. Ahora sus ropas son más atrevidas. Pasea por las calles con actitud liberada, sensual. Un tipo la sigue. Ella se resiste a sus requiebros pero acaban en un hotel. Después de echar un polvo el tipo se pone un poco violento y la obliga a llamar a su marido y decirle, mientras él la posee, que no va a ir esta noche a casa. Ella se debate, desesperada termina haciendo lo que él le dice. Esto es como romper las ataduras morales que ella tiene para con su marido. No significa que no siga queriéndolo, pero es el primer paso para liberarse de ese sometimiento a que él la tiene confinada.
De regreso ella se siente terriblemente culpable. Desfallece cuando recibe una nueva llamada de su marido que no se atreve a contestar. Entonces conoce a Mitzuko. Una prostituta. Ambas quedan fascinadas la una con la otra. Mitzuko le toma de la mano y la aleja del hombre. Ella la sigue. Le pide por favor que la ayude, que le diga qué puede hacer porque no se atreve a volver a casa. La mujer le permite acompañarla para que observe lo que hace. Le da una cita para que la visite por la mañana.
Mitzuko trabaja por el día en una universidad. Izumi va a verla. Mitzuko es filóloga. Sin embargo tiene con las palabras una relación contradictoria. Alude a la falta de sentido de las palabras, a cómo se las ha desnaturalizado, se les ha robado el cuerpo. Vemos claramente claramente reflejado lo que quiere decir en Yukio, el marido, que escribe unos libros apasionados, con personajes que se aman y se dicen grandes frases, frente a su actitud tan contraria a todo lo que escribe. Mitzuko se erige en maestra de Izumi. Debe enseñarla a ser fuerte, a ser libre.
Izumi acompaña a Mitzuko en sus correrías nocturnas. Al principio le cuesta acostarse con hombres extraños por dinero, pero poco a poco va aceptándolo. Lo que acepta es realizar esa actividad porque sí, por su propia decisión. A pesar de su marido, y a pesar de sus propios escrúpulos. Su regreso a casa en el tranvía y la sonrisa inadvertida que esboza demuestran que comprende que algo ha mejorado en ella. Está tomando el control de su propia vida.
Un día, Mitzuko le presenta al tipo con el que se acostó la primera vez como un proxeneta y la insta a que trabaje para él. Izumi sigue sus consejos con cierta prevención contra el tipo. Hay una llamada de un cliente nuevo. Mandan a Mitzuko esperando que el cliente la rechace por rara y cuando reclame un cambio enviarán a Izumi como envío especial, lo cual les permitirá aumentar el precio. Cuando llega al lugar resulta que el cliente es el propio marido de Izumi. Allí se entera de que Yukio ha sido cliente habitual de Mitzuko, quien, de hecho, le ha inspirado detalles de sus novelas. Ella ha sabido esto todo el tiempo y es, probablemente, la razón por la cual se ha erigido en maestra de Izumi en el proceso de liberación de esta. Para Mitzuko esta liberación consiste en hacerse fuerte contra el mundo a través del control de su cuerpo. La primera y única ley que le ha enseñado es: no te acuestes con nadie al que no ames si no es a cambio de dinero. Izumi termina acostándose con su marido pero al final, le pide dinero. Así, presumiblemente, termina la relación entre Izumi y Yukio.
Por otra parte está la historia de Mitzuko. Su made está completamente loca. Está al tanto de las actividades de su hija y lo considera resultado directo de la influencia del padre al cual tiene catalogado como un pervertido. El padre era pintor y Mitzuko hacía de modelo para él. Muchos de los cuadros que veremos son desnudos. Mitzuko estaba enamorada de su padre, y en cierta ocasión lo solicitó sexualmente, pero él la rechazó. Ella simbolizó ese rechazo en un regalo que el padre le hizo: El Castillo, de Franz Kafka. Para ella, el castillo al que nunca se consigue entrar es un sinónimo de la felicidad y al mismo tiempo una representación del padre. En la crisis final de la película, Izumi, completamente enfurecida por la jugarreta que le ha hecho Mitzuko con el asunto de su marido intenta matarla. Entonces aparece la madre que, al parecer, la vigila todo el tiempo, que la incita a hacerlo, al mismo tiempo Mitzuko le ruega que lo haga pues su única aspiración en la vida es la de alcanzar la entrada de ese simbólico castillo imposible, y esa imposibilidad la hace sufrir permanentemente. No es, para ella, la muerte, la posibilidad, pero al menos es dejar de buscar.
Todo lo demás es anécdota. El cadáver encontrado al principio de la película es del de Mitzuko y todas las atrocidades cometidas con él han sido realizadas a instancias de la madre por el proxeneta. La madre considera a su hija un ser degenerado, lo mismo que al marido, y trata de hacer desaparecer de ella toda perversión arrancándola físicamente. Al proxeneta también se le encuentra colgando de una cuerda cuando van a buscar a la vieja a su casa.
En el epílogo vemos a Izumi ya ejerciendo de prostituta en la calle, completamente trasformada en comparación con la tímida mujercita del principio. Le dan una paliza por maltratar a un cliente que se atrevió a burlarse de un poema que ella recitaba, uno que recita constantemente Mitzuko a lo largo de la película, precisamente desechando el valor de las palabras, queda tirada en el suelo, dolorida y sangrando, pero sonríe.

http://peliculasfox.com/guilty-of-romance

2 comentarios:

  1. Por varias de tus entradas en tu Blog y en FB, desduzco que de repente te ha entrado una cierta obsesión por esta película.

    Te aconsejo, que para contrastar con ella te veas una película de anime de Makoto Shinkai llamada 5 centimetros por segundo. No te preocupes, no es hentai ni nada parecido.

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  2. bueno, yerras en lo de "de repente", pero en lo demás aciertas. Me obsesionó desde el primer momento.

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