Izumi Kikuchi. A punto de cumplir los
treinta años. Recién casada con Yukio Kikuchi, autor de prestigio.
Quiere mucho a su marido. Este es un hombre muy disciplinado. Cada
mañana sale de casa y no regresa hasta las nueve de la noche. Su
horario es estricto y sus costumbres muy rígidas. Las zapatillas
están colocadas, por Izumi, justo donde van a caer sus pies cada
mañana al levantarse de la cama. Las zapatillas quedan al borde de
la puerta cuando se marcha, después de despedirse discretamente de
Izumi, ella les da la vuelta y las alinea para que cuando regrese por
la noche solo tenga que descalzarse y enfundar los pies. Luego se
tomará el té que está en su punto de temperatura y sabor, y Yukio
le dedicará un halago por ello. Cenarán juntos, él leerá sentado
en el sofá mientras ella, a su lado, lee o mira la televisión. Por
las noches se acuestan y él duerme, ella vela porque tiene insomnio.
Sus amigas se burlan un poco de ella,
después de manifestarle su admiración por la maravillosa casa que
posee y por la fama de su marido, al enterarse de que no lo ve en
todo el día, no comen juntos, no hay prácticamente relación.
Alguna vez él sale del baño y después de reprenderla por haberle
cambiado el jabón, no le gustan los jabones japoneses, le permite
admirar su cuerpo y, ocasionalmente, tocarle el pene.
Izumi está insatisfecha y comienza un
diario. “Tengo que hacer algo antes de cumplir los treinta. Dejaré
de escribir este diario cuando deje de tener insomnio”. Tras
recibir la aprobación de Yukio comienza a trabajar en un
supermercado, de promotora de productos. Pero el jefe no está
satisfecho, no consigue atraer la atención de los clientes.
Entonces aparece una mujer que la insta
a que se haga modelo. Le da una cita. Izumi acude, pero es una
trampa. En realidad se filma una película pornográfica. Izumi lo
acepta después de luchar contra sus remordimientos. Empieza a tomar
posesión de sí misma. Acepta la belleza de su cuerpo. Acepta ese
poder que tiene, esa fuerza que antes desconocía. En el supermercado
su actitud cambia. El jefe la felicita por lo atractiva que la
encuentra. Su marido le nota un brillo especial. Izumi también nota
en su interior esa fuerza que la impulsa a echar un polvo con un
cliente del supermercado. Ha cumplido treinta años.
Su actitud ha cambiado. Ahora sus ropas
son más atrevidas. Pasea por las calles con actitud liberada,
sensual. Un tipo la sigue. Ella se resiste a sus requiebros pero
acaban en un hotel. Después de echar un polvo el tipo se pone un
poco violento y la obliga a llamar a su marido y decirle, mientras él
la posee, que no va a ir esta noche a casa. Ella se debate,
desesperada termina haciendo lo que él le dice. Esto es como romper
las ataduras morales que ella tiene para con su marido. No significa
que no siga queriéndolo, pero es el primer paso para liberarse de
ese sometimiento a que él la tiene confinada.
De regreso ella se siente terriblemente
culpable. Desfallece cuando recibe una nueva llamada de su marido que
no se atreve a contestar. Entonces conoce a Mitzuko. Una prostituta.
Ambas quedan fascinadas la una con la otra. Mitzuko le toma de la
mano y la aleja del hombre. Ella la sigue. Le pide por favor que la
ayude, que le diga qué puede hacer porque no se atreve a volver a
casa. La mujer le permite acompañarla para que observe lo que hace.
Le da una cita para que la visite por la mañana.
Mitzuko trabaja por el día en una
universidad. Izumi va a verla. Mitzuko es filóloga. Sin embargo
tiene con las palabras una relación contradictoria. Alude a la falta
de sentido de las palabras, a cómo se las ha desnaturalizado, se les
ha robado el cuerpo. Vemos claramente claramente reflejado lo que
quiere decir en Yukio, el marido, que escribe unos libros
apasionados, con personajes que se aman y se dicen grandes frases,
frente a su actitud tan contraria a todo lo que escribe. Mitzuko se
erige en maestra de Izumi. Debe enseñarla a ser fuerte, a ser libre.
Izumi acompaña a Mitzuko en sus
correrías nocturnas. Al principio le cuesta acostarse con hombres
extraños por dinero, pero poco a poco va aceptándolo. Lo que acepta
es realizar esa actividad porque sí, por su propia decisión. A
pesar de su marido, y a pesar de sus propios escrúpulos. Su regreso
a casa en el tranvía y la sonrisa inadvertida que esboza demuestran
que comprende que algo ha mejorado en ella. Está tomando el control
de su propia vida.
Un día, Mitzuko le presenta al tipo
con el que se acostó la primera vez como un proxeneta y la insta a
que trabaje para él. Izumi sigue sus consejos con cierta prevención
contra el tipo. Hay una llamada de un cliente nuevo. Mandan a Mitzuko
esperando que el cliente la rechace por rara y cuando reclame un
cambio enviarán a Izumi como envío especial, lo cual les permitirá
aumentar el precio. Cuando llega al lugar resulta que el cliente es
el propio marido de Izumi. Allí se entera de que Yukio ha sido
cliente habitual de Mitzuko, quien, de hecho, le ha inspirado
detalles de sus novelas. Ella ha sabido esto todo el tiempo y es,
probablemente, la razón por la cual se ha erigido en maestra de
Izumi en el proceso de liberación de esta. Para Mitzuko esta
liberación consiste en hacerse fuerte contra el mundo a través del
control de su cuerpo. La primera y única ley que le ha enseñado es:
no te acuestes con nadie al que no ames si no es a cambio de dinero.
Izumi termina acostándose con su marido pero al final, le pide
dinero. Así, presumiblemente, termina la relación entre Izumi y
Yukio.
Por otra parte está la historia de
Mitzuko. Su made está completamente loca. Está al tanto de las
actividades de su hija y lo considera resultado directo de la
influencia del padre al cual tiene catalogado como un pervertido. El
padre era pintor y Mitzuko hacía de modelo para él. Muchos de los
cuadros que veremos son desnudos. Mitzuko estaba enamorada de su
padre, y en cierta ocasión lo solicitó sexualmente, pero él la
rechazó. Ella simbolizó ese rechazo en un regalo que el padre le
hizo: El Castillo, de Franz Kafka. Para ella, el castillo al que
nunca se consigue entrar es un sinónimo de la felicidad y al mismo
tiempo una representación del padre. En la crisis final de la
película, Izumi, completamente enfurecida por la jugarreta que le ha
hecho Mitzuko con el asunto de su marido intenta matarla. Entonces
aparece la madre que, al parecer, la vigila todo el tiempo, que la
incita a hacerlo, al mismo tiempo Mitzuko le ruega que lo haga pues
su única aspiración en la vida es la de alcanzar la entrada de ese
simbólico castillo imposible, y esa imposibilidad la hace sufrir
permanentemente. No es, para ella, la muerte, la posibilidad, pero al
menos es dejar de buscar.
Todo lo demás es anécdota. El cadáver
encontrado al principio de la película es del de Mitzuko y todas las
atrocidades cometidas con él han sido realizadas a instancias de la
madre por el proxeneta. La madre considera a su hija un ser
degenerado, lo mismo que al marido, y trata de hacer desaparecer de
ella toda perversión arrancándola físicamente. Al proxeneta
también se le encuentra colgando de una cuerda cuando van a buscar a
la vieja a su casa.
En el epílogo vemos a Izumi ya
ejerciendo de prostituta en la calle, completamente trasformada en
comparación con la tímida mujercita del principio. Le dan una
paliza por maltratar a un cliente que se atrevió a burlarse de un
poema que ella recitaba, uno que recita constantemente Mitzuko a lo
largo de la película, precisamente desechando el valor de las
palabras, queda tirada en el suelo, dolorida y sangrando, pero
sonríe.
http://peliculasfox.com/guilty-of-romance
Por varias de tus entradas en tu Blog y en FB, desduzco que de repente te ha entrado una cierta obsesión por esta película.
ResponderEliminarTe aconsejo, que para contrastar con ella te veas una película de anime de Makoto Shinkai llamada 5 centimetros por segundo. No te preocupes, no es hentai ni nada parecido.
bueno, yerras en lo de "de repente", pero en lo demás aciertas. Me obsesionó desde el primer momento.
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