El alma humana es una víctima tan inevitable del dolor, que sufre el dolor de la sorpresa dolorosa, incluso con lo que debía esperar. Tal hombre, que toda la vida ha hablado de la inconstancia y de la volubilidad femenina como de cosas naturales y típicas, experimentará toda la angustia de la sorpresa cuando se vea traicionado en amor -tal cual, no otro, como si hubiera tenido por dogma la fidelidad y la firmeza de la mujer. Tal otro, que tiene todo por hueco y vacío, sentirá como un rayo súbito el descubrimiento de que tienen por nada lo que escribe, o que es estéril en enseñar o que es falsa la comunicabilidad de su emoción.No hay que creer que los hombres a quienes estas desgracias, y otras desgracias como estas, y en cuyas sustancias esas desgracias eran previsibles o seguras, suceden son poco sinceros en las cosas que decían o escribían. Nada tiene que ver la sinceridad de la afirmación inteligente con la naturalidad de la emoción espontánea.Y esto parece ser así, el alma parece poder tener sorpresas como estas, solo porque el dolor no le falte, el oprobio no deje de caberle en suerte, la angustia no le escasee como parte igualitaria en la vida [...] Es a eso a lo que se llama la Vida.
(El libro del desasosiego - Fernando Pessoa)
Razón no le falta
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