sábado, 4 de agosto de 2012

Un maestro y su discípulo


“Búscate bajo las piedras”, dijo el maestro.
“Maestro, no puedo estar bajo las piedras”. El maestro se quedó dudando. Miró las piedras, miró el cielo, se miró el ombligo. Se sacó una pelotilla. Se hurgó la oreja con el meñique y se lo limpió en la túnica. Todo lo hizo con una serenidad infinita, con una paciencia inacabable, con una pachorra desquiciante para el discípulo que observaba cada gesto como si la aclaración fuera inminente.
“Pues entonces no pierdas el tiempo”, se tiró un pedo y comenzó a andar sobre las piedras y cuando llegó al agua continuó andando sobre el agua sin transición, hasta alcanzar el otro lado del río. Y siguió andando hasta perderse en la maleza.
El discípulo se quedó petrificado, con la boca abierta, incapaz de reaccionar ante lo que había visto. ¿Y qué era lo que había visto? ¿De verdad su maestro había caminado sobre las aguas? Imposible. Corrió hasta donde creía que era el punto exacto por el que su maestro había vadeado, por encima, el río y trató de localizar los apoyos que aquel había utilizado. Pero no pudo hallar nada. Entró en el agua y recorrió la corriente, que le llegaba hasta el pecho, varias veces, a un lado y a otro. Aquello no podía ser. ¡Su maestro había caminado sobre el agua! Salió chorreando y se sentó en las piedras. Sintió las piedras calientes bajo su cuerpo. Le agradó ese contacto porque el agua estaba muy fría. Se quitó la túnica y quedó desnudo sobre las piedras. Las piedras le comunicaban su calor y era muy agradable. Se dio la vuelta para recibir el calor por delante. Así estuvo, rodando sobre las piedras, hasta que su cuerpo recuperó el calor y el agua se evaporó completamente. Pero la túnica aún no se había secado, así que la extendió sobre las piedras y se sentó junto a ella a que se secara. Meditó sobre lo que le había dicho su maestro. ¿Qué querría decir con eso de buscarse en las piedras? Realmente su maestro parecía bastante volado. Pero no cabía duda de que anidaba en él una sabiduría ancestral. ¡Caminar sobre las aguas!, eso no se había visto desde los tiempos de Jesucristo. Realmente había hecho bien abandonándolo todo y viniéndose a aprender … ¿aprender qué? No sabía muy bien qué es lo que había venido a aprender. Buscarse en la piedras. Le daba vueltas y vueltas esa idea en la cabeza. Absurda idea la de buscarse en las piedras. ¿Buscarse en las piedras? Miró hacia las piedras, apartó algunas de la superficie. Se sentía ridículo, pero apartó algunas más haciendo el agujero más hondo. Acabó por encontrar agua, y su reflejo allá en el fondo. Vaya. Ahí estoy. Me he encontrado. ¿Y bien? ¿Qué significará esto? Algo debe significar. Me he buscado en las piedras y he encontrado mi reflejo. Mi reflejo sepultado por las piedras. ¿Qué? Si es por sacar conclusiones absurdas...tal vez ahora me diga que tengo que sacarme de debajo de las piedras, ahora que me he encontrado. Estoy sepultado por las piedras. Me busco y ahora debo sacarme de debajo de las piedras. Si. Eso eso. Debo sacarme de ahí. Pero cómo. Cómo voy a sacar mi reflejo...
En esa profunda meditación estaba el discípulo cuando sintió un sonido peculiar. Luego otro aún más peculiar. El maestro orinaba tranquilamente a unos metros de él. Y mientras lo hacía se le había escapado otro pedo. Cuando terminó de orinar se bajó la túnica y se rascó el culo. Caminó hacia el discípulo, pero aparentemente no lo veía. Iba completamente volcado hacia su propio interior. Inadvertidamente metió la pierna en el agujero la sandalia se le empapó con el agua que allí había hecho aflorar las pesquisas del discípulo. Lanzó un juramento. Continuó su camino a lo largo de la orilla y a unos cientos de metros se sentó al pie de un árbol.
El discípulo lo había observado todo en silencio. Cada gesto del maestro le parecía simbólico. Lástima que no tuviera algo con qué anotar porque sin duda se olvidaría de muchas cosas cruciales para aprovechar al completo sus enseñanzas. El maestro había pisado su reflejo. Su reflejo en el agua. Pero esta vez su pie se había hundido en el agua. ¿Por qué? Antes había caminado sobre el agua, pero ahora se había hundido en ella, precisamente donde él había visto su propio reflejo. Pero antes el maestro se había vaciado de sus propios líquidos. ¿Una purificación? No, orinar es un acto fisiológico normal. No hay que interpretarlo de ninguna manera. Pero, ¿es así?, ¿puede creerse que un hombre que cruza un río andando sobre el agua realiza algún acto banal? No.
Se dirigió hacia donde estaba el maestro, que dormitaba. Cuando éste oyó el ruido de los pasos del discípulo sobre la graba se despertó y lo miró con rostro algo aturdido:
“¡Ah!, ¿estás aquí?”
“Maestro, ¡has caminado sobre las aguas!”
“¿Ah, sí?. No me he dado cuenta.” etc.

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