La Diosa Blanca – Robert Graves
Pensamiento Prosaico – Pensamiento Poético
Lo que más me interesa en el desarrollo de este estudio es
la diferencia que aparece constantemente entre el método de pensamiento poético
y el prosaico. El método prosaico fue inventado por los griegos de la época
clásica como una garantía contra el entorpecimiento de la razón por la fantasía
mitográfica. Ahora se ha convertido en el único medio legítimo de transmitir el
conocimiento útil. Y en Inglaterra, como en la mayoría de los otros países
mercantiles, la opinión popular corriente es que la ”música” y la dicción
anticuada son las únicas características de la poesía que la distinguen de la
prosa. Que cada poema tiene, o debería tener, un significado preciso
equivalente en prosa. Como consecuencia,
la facultad poética se atrofia en todas la personas cultas que no se
esfuerzan privadamente por cultivarlas, de una manera muy parecida a como la
facultad de comprender las ilustraciones se atrofia en el árabe beduino (T.E.
Lawrence mostró en una ocasión a los miembros de un clan un dibujo, hecho con
lápices de colores, que representaba a su jeque. Se lo pasaron de mano en mano,
pero el que más se acercó a sospechar lo que representaba fue un hombre que
tomó el pie del jeque por el cuerno de un búfalo.) Y de la incapacidad para pensar
poéticamente, para resolver el lenguaje en sus imágenes y ritmos originales y
volver a combinarlos en varios planos de pensamiento simultáneos en un sentido
múltiple, se deriva la imposibilidad de pensar claramente en prosa. En prosa
se piensa en sólo un plano al mismo tiempo, y ninguna combinación de palabras
necesita contener más de un solo sentido; sin embargo, las imágenes residentes
en las palabras deben relacionarse firmemente si el pasaje ha de producir algún
efecto. Se olvida esta sencilla necesidad y lo que pasa hoy día por simple
prosa consiste en ensartar mecánicamente grupos de palabras estereotipadas sin
tener en cuenta las imágenes contenidos en ella. El estilo mecánico, que
comenzó en las oficinas, se ha infiltrado en la universidad y algunos de sus
ejemplos más zombiescos se dan en las obras de eruditos y teólogos eminentes.
Declaraciones mitográficas que son completamente razonables
para los pocos poetas que todavía pueden pensar y hablar en taquigrafía poética
les parecen disparatadas o pueriles a casi todos los hombres de letras.
Afirmaciones como, por ejemplo, “Mercurio inventó el alfabeto después de
observar el vuelo de las grullas” o “Menw ab Terigwaedd vio que tres varilla de
fresno salían de la boca de Einigan Fawr con conocimientos y ciencia de todas
clases escritos en ellas”. Lo mejor que los doctos han dicho hasta el presente
acerca de los poemas de Gwion es que son “disparatados y sublimes” y nunca han
puesto en duda la suposición de que él, sus colegas y su público, eran personas
de inteligencia menos desarrollada o indisciplinada.
Lo graciosos es que cuanto más prosaica es la mentalidad de
un erudito, tanto más capaz se le supone de interpretar el antiguo significado
poético y que ningún docto se atreve a erigirse en autoridad en más de un tema
limitado por temor a incurrir en la aversión y el recelo de sus colegas.
Conocer bien solamente una cosa es poseer una inteligencia inculta: la
civilización implica la relación natural de todas las variedades de la
experiencia con un sistema de pensamiento humano central. La época actual es
peculiarmente bárbara: presentad, por ejemplo, un erudito en hebreo a un
ictiólogo o a una autoridad en nombres de lugares daneses, y los dos no encontrarán
otro tema común de conversación que el estado del tiempo o la guerra (siempre
hay una guerra). Pero el hecho de que sean bárbaros tantos hombres doctos no
tiene mucha importancia si unos pocos de ellos están dispuestos a ayudar con
sus conocimientos especializados a los pocos pensadores independientes, es
decir, a los poetas, que tratan de mantener viva la civilización. El erudito es
un cantero, no un constructor, y lo único que se le exige es que explote bien
la cantera. Es la garantía de que el poeta no incurrirá en errores respecto de
los hechos. Es bantate fácil que el poeta, en este mundo moderno tan
desesperadamente revuelto e inexacto, incurra en una etimología falsa, un
anacronismo o un absurdo matemático al tratar de ser lo que no es. Su función
es la verdad, en tanto que la del erudito es el hecho. El hecho no debe ser
negado; se puede decir que el hecho es un tribuno del pueblo sin poder
legislativo y solo con el derecho de veto. El hecho no es la verdad, pero el
poeta que contraviene voluntariamente el hecho no puede alcanzar la verdad.
Suculento texto, muchas gracias.
ResponderEliminar¡Un saludo!