miércoles, 22 de febrero de 2012

Signos para la esperanza

Elegancia, pureza y medida, que eran los principios de nuestro arte (música), se han ido rindiendo gradualmente al nuevo estilo, frívolo y afectado, que estos tiempos, de talento superficial, han adoptado. Cerebros que, por educación y por costumbre, no consiguen pensar en otra cosa que no sean los trajes, la moda, el chismorreo, la lectura de novelas y la disipación moral; a los que les cuesta un gran esfuerzo sentir los placeres, más elaborados y menos febriles, de la ciencia y del arte. Beethoven escribe para esos cerebros, y parece que tiene cierto éxito si he de hacer caso a los elogios que, por todas partes, veo brotar respecto a este último trabajo suyo (La Novena Sinfonía)

Esto es un extracto de un artículo, que cita Alessandro Baricco en su libro Los Bárbaros - Ensayo sobre la mutación, donde intenta explicar que los cambios, las mutaciones - vistas como  irrupciones de los "bárbaros" - adoptan unas determinadas características. La más relevante de ellas es la sensación, para las gentes de la época, de que estos "bárbaros" imponen una cierta degradación de las costumbres, una pérdida de valores, de alma, una merma de calidad en favor de una simplicidad y a cambio de una mayor difusión, una vulgarización de algo que antes estaba restringido a una élite.

Hubo un tiempo en que la Novena Sinfonía de Beethoven fue considerada una intolerable vulgarización de la música tal y como entonces se la consideraba. Tal vez en ese momento lo fuera pero eso le sirvió para dar un impulso que tuvo como resultado todo lo que vino después. Habla Baricco de "un paso atrás" para tomar impulso y provocar el gran cambio.

Esto me lleva a pensar que tal vez muchas actitudes - como el tan denodado comportamiento apático y desinteresado de los jóvenes: por leer los libros que a nosotros nos parecen los realmente enriquecedores, por aprender las materias que a nosotros nos parece que son las que necesitan conocer para aprehender el mundo, y, en general, comportarse de la manera que a nosotros nos parece que deberían hacerlo para ser el fundamento de un futuro como a nosotros nos parece que sería mejor - que observamos hoy día como signos del apocalipsis por venir no sea más que el paso atrás que están tomando los bárbaros, que a buen seguro invaden ya muchas de nuestras aldeas periféricas. Habrá que observar esos signos. No me pregunten dónde, yo tampoco lo sé. Habrá que buscar, atentamente, quienes son los bárbaros y tratar de intuir cómo será ese mundo por venir.

(Oiga, que me está gustando releer este librito, y quería decir algo al respecto. Me parece que es un libro optimista, que trata de hacerte elevar un poco por encima de los detalles de la vida cotidiana para tratar de adivinar, a ojos entrecerrados si se quiere, signos para la esperanza.)

1 comentario:

  1. Nos volvemos viejos a una velocidad de pasmo. No es sólo que nos movamos más lentos con la edad, sino que el mundo cada vez se mueve más deprisa. Si caminamos hacia el fondo de la guagua cada vez más lentamente y la guagua acelera y acelera y tenemos en cuenta el principio de inercia no nos queda ninguna esperanza de nada. Creo.

    Me siento fósil.

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