lunes, 7 de febrero de 2011

Utopia. Tomas Moro. Disertación de Rafael Hytlodeo sobre la cría de ovejas en Inglaterra

Hay, además, otras causas del robo. Existe otra, a mi juicio, que es peculiar de vuestro país.
-¿Cuál es?, preguntó el Cardenal
-Las ovejas -contesté- vuestras ovejas. Tan mansas y tan acostumbradas a alimentarse con sobriedad, son ahora, según dicen, tan voraces y asilvestradas que devoran hasta a los mismos hombres, devastando campos y asolando casas y aldeas. Vemos, en efecto, a los nobles, los ricos y hasta a los mismos abades, santos varones, en todos los lugares del reino donde se cria la lana más fina y más cara. No contentos con los beneficios y rentas anuales de sus posesiones, y no bastándoles lo que tenían para vivir con lujo y ociosidad, a cuenta del bien común -cuando no en su perjuicio- ahora no dejan nada para cultivos. Lo cercan todo, y para ello, si es necesario derribar casas, destruyen las aldeas no dejando en pie más que las iglesias que dedican a establo de las ovejas. No satisfechos con los espacios reservados a caza y viveros, estos piadosos varones convierten en pastizales desiertos todos los cultivos y granjas.
Para que uno de estos garduños -inexplicable y atroz peste del pueblo- pueda cercar una serie de tierras unificadas con varios miles de yugadas, ha tenido que forzar a sus colonos a que le vendan sus tierras. Para ello, unas veces se ha adelantado a cercarías con engaño, otras les ha cargado de injurias, y otras los ha acorralado con pleitos y vejaciones. Y así tienen que marcharse como pueden hombres, mujeres, maridos, esposas, huérfanos, viudas, padres con hijos pequeños, familias más numerosas que ricas, pues la tierra necesita muchos brazos.
Emigran de sus lugares conocidos y acostumbrados sin encontrar dónde asentarse.
Ante la necesidad de dejar sus enseres, ya de por sí de escaso valor, tienen que venderlos al más bajo precio. Y luego de agotar en su ir y venir el poco dinero que tenían, ¿qué otro camino les queda más que robar y exponerse a que les ahorquen con todo derecho o irse por esos caminos pidiendo limosna? En tal caso, pueden acabar también en la cárcel como maleantes, vagos, por más que ellos se empeñen en trabajar, si no hay nadie que quiera darles trabajo. Por otra parte, ¿cómo darles trabajo si en las faenas del campo que era lo suyo ya no hay nada que hacer? Ya no se siembra. Y para las faenas del pastoreo, con un pastor o boyero sobra para guiar los rebaños en tierras que labradas necesitaban muchos más brazos.
Así se explica también que, en muchos lugares, los precios de los víveres hayan subido vertiginosamente. Y lo más extraño es que la lana se ha puesto tan cara, que la pobre gente de estas tierras no puede comprar ni la de la más ínfima calidad, con que solían hacer sus paños. De esta manera, mucha gente sin trabajo cae en la ociosidad.
Por si fuera poco, después de incrementarse los pastizales, la epizootia diezmó las ovejas, como si la ira de Dios descargara sobre los rebaños su cólera por la codicia de los dueños. Hubiera sido más justo haberla dejado caer sobre la cabeza de éstos. Pues no se ha de creer, que, aunque el número de ovejas haya aumentado, no por ello baja el precio de la lana. La verdad es que, si bien no existe un «monopolio» en el sentido de que sea uno quien la vende, sí existe un «oligopolio». El negocio de la lana ha caído en manos de unos cuantos que, además, son ricos. Ahora bien, éstos no tienen prisa en vender antes de lo que les convenga. Y no les conviene sino a buen precio.
Por la misma razón, e incluso con más fuerza, se han encarecido las otras especies de vacuno. La destrucción de los establos y la reducción del área cultivada, ha traído como consecuencia que nadie se preocupe de su reproducción y de su cría. Porque estos nuevos ricos no se preocupan de obtener crías de vacuno o de ovino. Las compran flacas y a bajo precio en otros sitios y las engordan en sus pastizales para venderlas después al mejor precio.
Todavía es pronto para calibrar la repercusión que estos desórdenes pueden producir en el país. De momento, el mal se refleja en los mercados en que se vende el género. Pronto, sin embargo, al aumentar el número de cabezas de ganado sin darles tiempo a reproducirse, la disminución progresiva de la oferta en el mercado, producirá una verdadera quiebra. Así, lo que debía ser la riqueza de nuestra isla, se convertirá en fuente de desgracias, por la avaricia de unos pocos. Porque esta carestía en los bienes de consumo hace que cada uno eche de su casa a los más que pueda. ¿No significa esto enviarles a mendigar, y, si son de condición más .arriesgada, a robar?

7 comentarios:

  1. Es muy actual la disertación de Rafael Hytlodeo. Supongo que es una impostura. Le has endilgado la autoría de un texto tuyo a Tomás Moro. Y has usado un poco de verdad, Rafael si que es un personaje de la Utopía, para disimular una mentira, el texto es tuyo y no de Tomás Moro.

    Pero, tienes mi aprovación y aplauso. Me gustán este tipo de imposturas, que te hacen dudar de la originalidad o falta de ella del texto.

    Bien por ti.

    ResponderEliminar
  2. Me alegra enormemente que me dotes de capacidades que jamás he soñado poseer (aunque bien las quisiera)
    http://www.cgt.es/descargas/SalaLectura/moro-utopia.pdf
    paginas 9 a 11.
    Quise elaborar esa impostura que dices cambiando ovejas por "construcción" pero mi pereza venció a mi determinación.

    ResponderEliminar
  3. Compruebo que no fue realmente una impostura. Pero empiezo a cavilar que usted realizó la impostura de transcribir un texto real, pero con la intención de que parecise una impostura, es decir, realizó la impostura de la impostura, lo que lo hace a usted doblemente impostor.

    Podías haber usado la "construcción", las mercaderías de "la bolsa", el negocio "financiero", casí cualquiera de las actividades con las que se lucran, y mucho, algunos pocos, podían haber servido de analogía.

    Bravo por ti.

    ResponderEliminar
  4. —¿Adónde vas, Daniel? —dijo el uno.
    —A Sebastopol —dijo el otro.
    —¡Mientes, Daniel. Me respondes que vas a Sebastopol para que yo piense que vas a Nijni-Novgórod, pero lo cierto es que vas realmente a Sebastopol. ¡Mientes, Daniel!».
    J.L. Borges

    ResponderEliminar
  5. El texto viene al pelo de la situación actual, fuera quien fuese su autor, o fuera o fuese éste o no un impostor, o un impostor del impostor suplantado. Si lo que quieren es volverme loco con sus comentarios les advierto que la naturaleza se les ha adelantado.

    ResponderEliminar
  6. Opino lo mismo que Juanjo. Leí varias veces el texto en busca de la ¿moraleja?
    Al final la encuentro en uno de los comentarios. ¿No hubiese sido más fácil hacer esa transcripción de palabras en el word y luego publicar el artículo?
    A veces pienso que nos complicamos en exceso la vida.

    ResponderEliminar
  7. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar